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Valle de Majes: una historia de petroglifos, camarones, piscos y huellas de dinosaurios

Después de recorrer el Centro Histórico de Arequipa y conocer la sazón de sus célebres picanterías, el equipo periodístico de Rumbos del Perú dirigió sus pasos hacia el valle de Majes, para conocer los atractivos turísticos de los distritos de Uraca, Aplao y Huancarqui (provincia de Castilla). Lo vivido en esa travesía se relata en esta crónica que empezaría a escribirse, cuando unos ojitos vivaces aparecieron detrás de un bien servido plato de camarones.

Detrás de un morrito de apetitosos camarones, resaltan unos ojillos vivaces y brillantes. Si uno tuviera la capacidad de leerlos e interpretarlos sin miedo al error, se diría que expresan alegría, tentación y voracidad. Todo al mismo tiempo, creando así una rara combinación, aunque muchísimo menos rara que las delicias gastronómicas que provocan aquellas miradas codiciosas.

Chupe de Camarones. Foto: Rolly Valdivia
Río Majes. Foto: Rolly Valdivia

Y es que siendo sinceros, los platos en los que se erigen esos morritos colorados, no son obras maestras de la alta cocina ni contienen ingredientes de difícil pronunciación. Nada de eso. Su esencia está en los saberes compartidos, en la maestría heredara de los cocineros y las cocineras de antaño, y, en el sabor excepcional, digamos único, de los portentosos camarones del río Majes.

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En eso todos coinciden. Lo presume William Del Carpio al proponer un brindis con los vinos y piscos que se añejan en las bodegas de su valle; lo reafirma Durby Castillo entre las ollas en la que cocina un caldo majeño -diferente al chupe de Arequipa-; lo asevera la alcaldesa de Uraca (provincia de Castilla), Martha Ruelas, al decretar que la sazón de su tierra es capaz de conquistar a propios y extraños.

El río Majes baña el fructífero valle que lleva el mismo nombre en Arequipa. Foto: Ricardo Ramos

Silencio. Los extraños no dicen esta boca es mía. No es necesario. Es evidente que ya fueron conquistados. Los delatan sus ojitos de avidez. Una avidez que no es nueva, una avidez que los guía y acompaña desde el momento que descubrieron el verdor majeño, entre los pliegues de una geografía arisca. Visión de bienvenida. Panorama venturoso. Imagen que se atesora en la memoria y el corazón.

Como el platón de chicharrones y el borracho de camarón que sirve William en El Buen Sabor, el restaurante con vista al río que tiene en Corire (Uraca); o la tortilla y el puré de racacha con guiso de camarón -también típico de Castilla- que Durby prepara con asombrosa habilidad en Majes River, el albergue que dirige con su esposo Julio Zúñiga en Oncoro, uno de los centros poblados del distrito de Aplao.

Un brindis imperdible en Bodega Julio Zuñiga. Foto: Rolly Valdivia
Aguardientes Gutierrez. Foto: Rolly Valdivia

Sí, muchos camarones en las aguas que descienden desde las alturas del Colca hacia las costas de Camaná; en las cocinas y mesas de una provincia con nutrido potencial turístico; en las calles serenas y cálidas de Corire, en las que se organiza un festival en su honor en la primera quincena de noviembre, y, también, en los petroglifos de Toro Muerto, donde su imagen fue perennizada por los antiguos.

Trazos del pasado

Otras visiones, panoramas e imágenes para la memoria y el corazón. Aquí no hay chacras ni verdor, tampoco recintos fabulosos que revelen y anticipen su condición de patrimonio arqueológico. El secreto es ser paciente y caminar por un terreno yermo que alguna vez fue lava volcánica del Chachani o el Coropuna. Paso a paso y de piedra en piedra, descubriendo hombres y animales. También representaciones simbólicas.

Petroglifos de Toro Muerto Foto: Rolly Valdivia

“Vinieron del Ande a morir en el valle, pero antes dejaron las evidencias de todo lo que habían visto en su existencia. Las miles de piedras de Toro Muerto son libros que testimonian las vivencias y creencias de aquellos hombres. Esta es la ‘biblioteca’ más grande del mundo”, asevera e interpreta Julio Zúñiga, un majeño de 81 años que conoce e interpreta estos ‘lienzos’ con paciencia y dedicación. Por eso no entiende a aquellos que dañan el arte de sus antepasados.

Las piedras rajadas y las inscripciones modernas -nombres, fechas, burdas imitaciones de los trazos milenarios- lo desaniman más que el sol ardiente que evapora las energías de los visitantes. “Hay que venir muy temprano o en la tarde”, aconseja, mientras muestra zorros, cóndores, camélidos, felinos, serpientes, hombres danzarines y una serie de símbolos que acicatean la imaginación.

Toro Muerto Foto: Rolly Valdiivia

Son muchos. “5000 solo en Toro Muerto. En otras zonas del valle hay 2000 piedras más”, precisa Zúñiga. Y si bien no existe certeza sobre su antigüedad, se cree que estos datan de hace 2000 años. Sus creadores habrían sido los waris s de Ayacucho, sin embargo, hay investigaciones que señalan la existencia de figuras de las culturas nasca, paracas, chuquibamba e, inclusive, del imperio incaico.

Un halo de misterio se cierne sobre el yacimiento lítico más grande de Sudamérica y, probablemente, del mundo. Un lugar que impresiona e invita a volver para seguir recorriéndolo e interpretándolo. Una zona arqueológica que está en proceso de ser declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco; pero, más allá de ese reconocimiento, este espacio histórico debe protegerse hoy, mañana, siempre.

Dejando huellas

No más pintas invasoras. Son un cáncer que se reproduce en las zonas arqueológicas y turísticas de Arequipa y el Perú entero. Eso lo sabe muy bien Oswaldo Martínez Cancapa, quien reniega al ver los ‘recuerdos’ dejados por personas inconscientes que, en un intento vano e inútil de pasar a la posteridad o reafirmar su débil personalidad, escriben sus nombres en los cactus del Parque de Dinosaurios.

Parque Querulpa Foto: Ricardo Ramos

Pero no solo reniega por eso. Él todavía refunfuña -un poquito nada más- cuando recuerda a aquellos que lo rebautizaron como Osdino, después de que el 4 de enero de 2002, descubriera con sus amigos Marcos Chuquicondor Torres (17) y Elvis Paria Torres (15), 69 huellas de dinosaurios carnívoros y herbívoros, además de fósiles de vegetación y conchas marinas en el cerro Sunimarca del anexo de Querulpa (Aplao). 

El hallazgo de Osdino y sus compañeros (tenía 20 años en aquel momento), fue fruto de la casualidad. Ellos no eran científicos ni paleontólogos. Eran jóvenes que se divertían ‘corriendo tabla’ en la arena y que por andar ‘mataperreando’ despertaron la furia de una colmena de abejas. Asustadísimos empezaron a bajar como almas que lleva el diablo. En ese trajín, Elvis caería estrepitosamente.

La pista de los grandes reptiles en el sur del Perú están en Qerulpa. Foto: Rolly Valdivia

Después del tremendo porrazo y del apurado rescate del compañero accidentado, los muchachos se llevaron la sorpresa de sus vidas: vieron unas hendiduras que parecían ser huellas. En los días siguientes volvieron para limpiar la zona. Ese sería el principio de una historia que permitiría dilucidar que en el valle de Majes existieron amplias llanuras que albergaron manadas migrantes de dinosaurios.

Las pisadas muestran tres dedos y son atribuidas al giganotosaurio, un dinosaurio carnívoro que habría existido hace 145 millones de años (periodo jurásico superior y cretácico temprano), explica Osdino (os de Oswaldo, dino de dinosaurio), cuando muestra con discreto orgullo el área de 172 metros cuadrados donde se encuentran las huellas, esas huellas que cambiarían y marcarían su existencia. 

Hoy, Oswaldo, ya no se desliza por las arenas de Querulpa. Él cuenta su experiencia, comparte sus conocimientos y, como artista plástico, moldea dinosaurios. Es el creador de las siete figuras mesozoicas jurásicas que ambientan el parque, localizado al lado de la carretera que conduce al centro urbano de Aplao y, luego, siguiendo un desvío, hacia Ongoro y el albergue Majes River. 

En busca de la nieve

Una mirada al Coropuna, un extra en la ruta en el valle de Majes. Foto: Ricardo Ramos

Una parada con vinos, piscos, camarones y aventura en el río. Canotaje en las aguas del Majes. Volver al albergue y a la carretera. Un nuevo destino: Huancarqui, el tercer distrito del valle. Qué visitar, qué conocer. A los hermanos Hugo y Carlos Gutiérrez, que producen aguardiente perpetuando una tradición centenaria. Salud por eso, pero una copita nomás porque hay que visitar los baños de Chancharay.

Agua de manantial, pura, subterránea. Agua para la fertilidad, pasan el dato los Gutiérrez. Alerta, más vale prevenir que lamentar. Se posterga el chapuzón. Se apresura el retorno. Hay que dormir temprano. Hay que madrugar para conocer la laguna Pallarcocha, en el distrito de Andaray (provincia de Condesuyos). Un extra en la ruta en el valle de Majes, una escapada para admirar al volcán Coropuna.

Pallarcocha y el Solimana de fondo ¡Una vista espectacular! Foto: Ricardo Ramos

Se dice que es el más alto del Perú (6377 m.). Se dice, además, que está condenado a desaparecer. Los expertos prevén que para el 2050 este Apu perderá de manera definitiva su manto de nieve. Una tragedia anunciada. Un drama que creará una emergencia hídrica. Un desenlace que podría adelantarse si la humanidad no corrige sus pasos y continúa calentando el planeta.

Una visión de futuro que esos ojitos ávidos no quisieran observar nunca. Prefieren la de ahora: con nieve coronando la montaña, con las apachetas ‘sembradas’ en la orilla, con el fulgor de las aguas intensas, con esa tropilla de alborotadas vicuñas que se pierden en el horizonte, con la presencia distante, pero siempre imponente, del volcán Solimana. Un panorama perfecto e inspirador.

No es el único. Hay varios en esta travesía que comenzó en Arequipa y que, dependiendo del tiempo y de las ganas, puede prolongarse hasta el Valle de los Volcanes y el Cañón del Colca. ¿Seguir o regresar?… ese es el dilema. 

Si quieren conocer la decisión final, no pierdan nuestro rumbo. Por ahora, imaginen que son sus ojos los que miran con apetitosa codicia esos platos de camarones que se sirven en el valle de Majes. Buen provecho… 

En Rumbo

El viaje: Vuele a Arequipa con Sky Airline www.skyairline.com/peru

La ruta: Arequipa-Corire 159 kilómetros, 3 horas / Corire-Toro Muerto 6 kilómetros / Corire-Querulpa 9 kilómetros / Querulpa-Aplao-Ongoro: 30 kilómetros / Ongoro-Huancarqui 24 kilómetros / Ongoro-Pallarcocha: 114 kilómetros

Los camarones: En el restaurante El Buen Sabor de Corire, Uraca , y en Majes River en Ongoro, Aplao 

El sueño: 

En Uraca, Posada Lodge Picardo, de Edith Picardo Martínez. Fundo La Barrera s/n, Corire, Valle de Majes. T. 969170312. Web: www.posadapicardo.com

En Ongoro (Aplao), Majes River. Valle de Majes, La Central, Ongoro. T. 935524527. Web: www.majesriver.com

La bodega: El equipo de Rumbos visitó las bodegas Majes Tradición www.piscomajes.com.

Los dinosaurios: Si quiere conocer el Parque de Dinosaurios Querulpa en compañía del descubridor de las huellas, contáctese con Oswaldo Martínez en el correo electrónico osdino2017@gmail.com o a través del Facebook: Osdino Martínez. 

Las gracias: Rumbos agradece a la Gerencia Regional de Comercio Exterior y Turismo de Arequipa y a la Municipalidad Distrital de Uraca, por las facilidades y el apoyo brindado para la realización de esta ruta. 

 

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