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¡Salud Oxapampa!

  • Una invitación al Festival de Cervezas Artesanales es el detonante para conocer esta región de la selva central, a la que llegaron colonos Alemanes y Austriacos en 1857. Recorrer Oxapampa es descubrir que bajo cada hoja de su bosque nuboso, hay una historia por contar.

Por: Caterina Vella

Fotos: Eduardo de la Cadena, Caterina Vella

Me despierto con el canto de pajaritos. Arropada entre los edredones blancos de mi cama veo por la ventana montañas cubiertas de árboles, con sus copas entre la niebla. Al levantarme camino al balcón a respirar el aire de la mañana y agradecer. La temperatura fría del clima me sorprende. Pensaba que por estar en la selva central haría muchísimo calor. En realidad siento como si estuviera en un espacio con aire acondicionado.

Estoy alojada en el lodge Altares de Oxapampa, Pasco, fascinada con la vista del bosque nuboso, característico de esa zona del Perú, en la que se está el Parque Nacional Yanachaga-Chemillén. Salgo de mi cabaña de madera, con techo a dos aguas, a tomar desayuno sintiéndome en el cuento de Hansel y Gretel. Recorro tranquila un sendero entre hortensias de pétalos lilas y rosa. Elijo una de las mesas de la amplia terraza construida sobre pilotes. El pueblo de Oxapampa, rodeado de verde, se distingue kilómetros abajo.

Foto: Eduardo de La Cadena

La señora Marta se acerca sonriente con una bandeja repleta de delicias: pan blanco de molde recién horneado, mermelada de frambuesas silvestres de los alrededores, mantequilla y queso hechos con leche de vacas de la zona y el delicioso café El Colono. Lleva ese nombre en homenaje a los colonos alemanes y austriacos que llegaron en 1857 al Perú, en tiempos del gobierno del presidente Ramón Castilla, a establecerse e intentar domar el agreste territorio selvático.

En la mesa de al lado conversan felices una dupla que parece ser mamá e hija. Les meto letra.  Son de Chiclayo. Hace una semana están alojadas en Altares disfrutando de la naturaleza, haciendo caminatas por el bosque cubierto de musgo y paseos a cataratas, además del imperdible tour de un día a Pozuzo.

 “Estamos en lo alto de la montaña, alejadas del barullo de la ciudad. Lo más hermoso es ver el amanecer a través de los amplios ventanales de nuestra cabaña, para después escuchar el trinar de las avecillas con los ojos cerrados. Es una meditación sin esfuerzo, uno puede estar horas escuchando esos bellos sonidos”, dice entusiasta Ana María Gallo, dando tranquilos sorbos a su aromático café.

“Estoy fascinada, parece que fuera otro país, la arquitectura de las casas hechas de madera me hace recordar a Suecia. Los paisajes son increíbles, te generan una seguridad que te conforta estar aquí”, agrega Ana Paula Pereyra Gallo, de 15 años, feliz de haber elegido a Oxapampa como destino en sus vacaciones de colegio en este viaje mamá & hija.

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Festival de cervezas artesanales

Partí de Lima rumbo a Oxapampa a las nueve de la noche en un bus de Cruz del Sur. Asiento reclinable en primera fila, pantalla personal para ver películas y pastilla para dormir cedida por mi padre Franco Vella a regañadientes: “Te vas a volver adicta”.  

A las 7:30 de la mañana llego a mi destino sin notar las curvas ni el tráfico de la carretera central. Mi misión es cubrir para la revista Rumbos el Festival de Cervezas Artesanales Peruanas (CAPFest), que se celebrará durante tres días de agosto en el ancestral territorio cervecero.

Foto: Caterina Vella

Los colonos migrantes en el siglo XIX llegaron con la malta, el lúpulo y la espumante tradición. Serán 16 productores de diversas regiones del Perú y más de 80 variedades de cerveza a degustar al compás de grupos musicales.

Los mototaxis y las motos lineales son el transporte oficial. Me embarco en el mototaxi verde del señor Hermógenes Casimiro Vega quien llega puntual a recogerme. Es jardinero de Altares hace cinco años y mototaxista oficial hace uno. Bajamos una empinada pista de tierra rumbo al Fundo Cemayu donde será el festival. Imagino que al llegar me encontraré con gente embriagada de cerveza, incluso borrachos faltosos pasados de vueltas.

El panorama es totalmente diferente. El espíritu del Festival de Cervezas Artesanales es familiar. Hay talleres para aprender a prepararlas en casa, puestos con productos locales, juegos para niños, caritas pintadas y los 16 stands de los apasionados cerveceros de Arequipa, Tacna, Lima, Cusco, Arequipa, Huancayo y Oxapampa. Almirante, 7 Vidas, Melkim, Zenith, Bad Bitch Brewing Co., Kraken, Limamanta, son algunos de los nombres de las marcas, cada una con su propia identidad y creativo diseño gráfico.

La compra de la entrada incluye un vaso con el que uno se acerca a los stands a degustar sabores como miel, piña, café o eucalipto, antes de decidir con cual llenarlo del dorado brebaje.

Una banda de funk limeña suena potente en el escenario. Me acerco a una chica que corea sus letras vaso de chela en mano. “Me enteré que iba a ser acá el CAPFest y me dije tengo que ir.  Me gusta la cerveza pero no la común, la que tiene sabor, ciencia, vida. El arte de la producción peruana es algo que debemos apreciar. He degustado ocho hasta ahora y me encantan todas, quiero más”, exclama feliz de la vida la trujillana Lourdes Cavel.

Marcos Málaga es secretario de la Unión de Cervecerías Artesanales Peruanas y productor de 7 Vidas, marca elaborada en la zona franca de Tacna, con un pícaro gato negro con orejas de diablito como símbolo. En una pizarra escrita con tizas de colores están los tipos a elegir. Con técnica me sirven de la barra dispensadora un poco de Oxa Honey, Pale ale y Doble IPA. ¡Que divertido es degustar!

La Oxa Honey con su toque de miel de abejas oxapampinas es mi elegida para rellenar mi vaso a tope coronándolo con espuma. La música anima aún más el ambiente mientras converso con Marcos Málaga saboreando mi chela artesanal. 

“El Perú es un país cervecero. Anualmente se toman 35 litros de cerveza per cápita. Es bueno en términos comparativos. En Latinoamérica estamos arriba de la media. El problema es que solo el 0.2% es cerveza artesanal. Nos dedicamos profesionalmente, pero es un rubro complicado, somos chicos, lo hacemos por pasión, porque nos gusta, esperando poder crecer para hacerlo sustentable”, me comenta este apasionado productor con 30 años de experiencia.  

¡Ahora sí ya arrancó!

Foto: Caterina Vella

Desde el escenario resuenan los acordes de Soda Stereo, la banda de rock Argentina liderada por Gustavo Cerati. Su tributo es el show más esperado la caliente noche de fiesta cervecera. Su himno “En la ciudad de la furia” anima a todos a bailar, cantar y tomar, claro.

En una pausa rockera converso con Olivier Diaz de Lima 1, La Cervecería del Centro.  Es el Presidente de la Asociación de Cerveceros Artesanales y uno de los organizadores del CAPFest. “Hemos tratado que sea lo más cultural posible. El mensaje que movemos es cerveza es cultura. No es borrachera, sino un evento familiar donde se viene a aprender, a disfrutar, a divertir”, dice con dejo francés.

Al preguntarle por su acento responde que su familia es de Bélgica, país donde la cerveza es considerada patrimonio cultural por la UNESCO. ¿Estás trayendo el conocimiento de tus ancestros? “Eso intentamos hacer para ser mejores bebedores de cerveza. Se trata de beber menos para beber mejor”.

Asistiendo a los talleres aprendo que es un mito que las cervezas deben estar siempre heladas. Esto depende del estilo, hay complejidades que varían con la temperatura. Cada cerveza tiene una óptima para tomarla, algunas heladas otras no tanto.

 ¿La cerveza artesanal tiene más alcohol que la tradicional?, le pregunto a Olivier. Hay un rango más amplio. Puede empezar con 3% de alcohol hasta 14% o 15%. La Cusqueña está en 5%, responde. En el escenario el Cerati peruano canta “Persiana Americana”, la gente responde bailando entonada. La fiesta se armó.

Tranquilidad Oxapampina

A las 12:00 de la noche llega Hermógenes en su compacta nave verde a recogerme. Apenas me subo se da cuenta que se le ha reventado una llanta. No tiene repuesto. De pronto, dos faros de otro mototaxi nos alumbran. Hermógenes habla con el chofer desconocido y me embarca. 

En el camino a Altares pasamos por el barrio de Miraflores. Iluminadas se ven aún más majestuosas las mansiones de madera con techos a dos aguas, formas geométricas y balcones de los descendientes de los colonos. Cinco generaciones después continúan construyendo casas, chalets y cabañas siguiendo cánones de la arquitectura Alpina del siglo XIX.

En tanto la ciudad va quedando atrás la oscuridad se intensifica. Avanzamos por una empinada trocha entre árboles de ulcumano, nogales, pinos y plantas silvestres. Empiezo a sentir miedo. Estoy rodeada de vegetación agreste con un hombre extraño. Respiro. La cuesta se hace más pronunciada. El motor de dos tiempos no tiene la fuerza necesaria. El conductor y yo nos quedamos botados en medio de la nada en completa oscuridad.

Foto: Altares de Oxapmapa

“No se preocupe, la acompaño a su hotel”, me dice iluminando con la linterna de su celular la trocha por recorrer. Cuando llegamos se despide anunciando que su hijo de cuatro años está durmiendo en el vehículo. No lo puedo creer. Nunca lo vi. Dejó a su niño por escoltarme.

La amabilidad de su gente, tranquilidad y limpieza de las calles son sellos de Oxapampa. “Acá nadie te va a arranchar el celular”, me habían dicho. En todos los colegios aprenden a separar la basura en casa. Cada día de la semana se saca algo: vidrio, plástico, cartones. “Los lunes entregamos lo biodegradable y nos lo devuelven convertido en compost”, me cuenta la guía del tour a Pozuzo, localidad que también luce impecable.

“Te van a tener que desalojar del hotel con la guardia de asalto”, me escribió un amigo al que le mandé la fotografía de mi cabaña en Altares construida con pino Tecununami, variedad con la que se ha reforestado la zona.

Siento pena de irme. Me reconforto pensando que no es más que un hasta luego. Hay tantas historias por contar. La de Eduardo Jackson, ex ejecutivo de terno y corbata de IBM, quien ahora machete en mano reforesta el Bosque de Churumazú. También la de la psicoterapeuta Patricia Reyna de El Palmeral, que dejó Lima para salvar de la extinción a las palmeras Basanco. O la de Eduardo de La Cadena, de Ulcumano Ecolodge, con sus puentes colgantes sobre la copa de los árboles para ver aves. Solo me queda decir hasta pronto OXA. ¡Gracias totales!

En Rumbo:

Precios: Cabaña Confort para dos: $106

Cabaña Deluxe con vista a Oxapampa para dos: $120.

Telf: + 51 974635 293

Email: Info.altaresoxa@gmail.com

I: @altaresdeoxapampa

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