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Catalina Buendía de Pecho, la historia que no nos contaron

¿Sabías que Catalina era una valiente morena peruana que hizo una feroz resistencia con un grupo de iqueños y no permitió el paso al ejército chileno por su zona? ¿Que esta brava mujer al ver todo perdido decidió envenenar al oficial enemigo y envenenarse ella, ofrendando su vida por el Perú? ¿y que probablemente de su acto heroico deriva la frase “sácale el veneno” cuando vamos a consumir una bebida espirituosa o tomar una cerveza?

Según nos relata la historia, Catalina nació y vivió en el pueblo de San José de Los Molinos, a 12 kilómetros del norte de Ica, un lugar que era paso obligado para la sierra, allí esta valiente hizo una resistencia patriótica al saber que las fuerzas chilenas venían en camino para conquistar su pueblo y dirigirse a la sierra. Ella decidió animar a todos a levantarse en armas. Era una mujer guerrera, luchadora y fuerte, por lo que todos los pobladores entusiasmados por ella, empezaron a trabajar en esta resistencia, cavando zanjas, haciendo fortines, improvisadas catapultas y juntando piedras para arrojarlas a las hordas invasoras, inclusive los niños del pueblo colaboran pasando la chicha de jora a todos los hombres y mujeres que trabajaban entusiastamente pensando que podían hacer lo que el ejército peruano no había hecho, vencer al enemigo.

Así el 20 de noviembre de 1883, llegó a Los Molinos el ejército rojiazul de los sureños, su magnitud era imponente, la caballería venía a la vanguardia, seguida por su artillería e infantería en una formación perfecta, tan solo ver esa comitiva causó terror en muchos pueblos ya que sabían que las opciones eran rendirse o morir.

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Sorpresa se llevaron estas huestes cuando a la entrada del pueblo recibieron una impresionante lluvia de piedras desde los cerros, que los desconcertó e inició el brusco fuego de escopetas que empezó a causarles bajas, de repente apareció un desenfrenado tumulto de personas, hombres y mujeres con machetes y lanzas en mano, que se abalanzaron sin temor a la muerte sobre ellos, perder la vida parecía que no les importaba, empezaron a tumbar a los jinetes y seguían avanzando sobre ellos alentados por una mujer que los animaba a la lucha. Después de un sangriento combate, no le quedó otra al ejército invasor que retroceder, Catalina y sus patriotas habían conseguido la victoria, tal vez por la sorpresa que utilizaron al ataque, o por la estrechez del paso que no permitió a este bien aprovisionado batallón chileno desempeñarse como debería. La brava mujer ondeaba la bandera peruana desde la punta de un cerro, entre el júbilo del pueblo, gritando a viva voz: ¡NO PASARÁN! ¡VIVA EL PERÚ!

Culminado este hecho patriótico la historia reseña que ocurrió una traición; un vil ciudadano de ascendencia china, delató la posición de los peruanos e indicio como llegar a su retaguardia por otro camino, lo cual fue utilizado por el ejército enemigo a la noche siguiente, causando la inevitable pérdida en combate de los iqueños. Al verse vencidos Catalina decidió ondear una bandera blanca, saliendo al frente y pidiendo una paz honrosa para evitar más muertes.

El jefe del ejército invasor le dijo a Catalina “Sabia es mujer la decisión de tu pueblo, y aunque su situación de vencidos no da derecho a condiciones te probaré cuán noble somos como vencedores. Di a tu pueblo que baje el cerrillo en paz que sus derechos serán respetados”, lo cual hicieron a la orden de Catalina.

Cuando el último de los valientes había salido y depuesto las armas se escuchó la voz del oficial: “Chilenos, la fuerza es el derecho de los pueblos: La muerte, a lo que los pueblos débiles tiene derecho. Enseñad a esta gente como debieron conquistar el suyo”; y apagada la voz del cobarde oficial inmediatamente se inició una tremenda descarga de fusilería sobre los indefensos valientes que exhaustos después de todo el combate, cayeron víctimas de esas infaustas municiones.

Concluido el ataque a mansalva el comandante chileno se volvió a dirigir a la mujer: “Solo los emisarios de paz tienen derecho a que se les respete la vida. Di si volvéis a tu cerro o te rendís incondicionalmente”.

Catalina disimulando el dolor que le había causado la asquerosa felonía, sacó una pequeña botella donde tenía veneno proveniente de la fruta piñón y lo vació sobre una gran botella de chicha, luego se la ofreció en señal de paz, diciéndole que aceptaba la rendición; el oficial sospechaba del acto de la iqueña por lo que le pidió que consumiera ella primero la ofrenda de paz, a lo que Catalina sin dudarlo y con la mira de vengar a sus valientes que yacían inertes en el campo, tomó serena un gran trago de la chicha envenenada, por lo cual ante la mirada de sus oficiales, el Comandante, la siguió con toda su plana mayor.

Después de haber consumido todos el veneno empezaron a sentir los estragos del mortal tóxico; Catalina seguía de pie, aguantando el dolor y esperando que todos bebieran, cuando el Comandante se desplomó, el acto heroico fue descubierto y una bala certera en el pecho le fue disparada a nuestra heroína. En el suelo sangrando por la herida y envenenada, botando borbotones de sangre por la boca Catalina exclamaba: ¡NO PASARÁN! ¡QUE VIVA EL PERÚ!

Muchas mujeres peruanas a lo largo de la ocupación enemiga, envenenaron botellas de chicha, para de alguna manera vengar a sus esposos e hijos asesinados en la guerra, sabiendo que el castigo al ser descubiertas era la pena de muerte, no sin antes ser torturadas y violadas como reprimenda a su heroico acto. A partir de ello, muchos chilenos antes de beber obligaban a las mujeres a tomar las bebidas primero, por lo que se popularizó la expresión “sácale el veneno mujer”, en alusión a que consumieran primero las bebidas asegurándose estén libres de tóxicos.

En Ica existe un gran Instituto Tecnológico que lleva el nombre de esta valiente mujer.

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