Portada » Huayhuash: Caminata para armar
Foto: Rolly Valdivia
Destinos Largos

Huayhuash: Caminata para armar

  • Estrategias para conocer esta maravillosa cordillera sin tener que andar diez días seguidos

Texto y fotos: Rolly Valdivia Chávez

No todos los viajeros están preparados ni mentalizados para enfrentar una ruta caminera larga y extenuante. Es demasiado, son muchos días, no lo voy a disfrutar, explican cuando les proponen, por ejemplo, darse una vueltita por Huayhuash (Áncash, Huánuco, Lima Provincias). Pero son acaso esas travesías maratónicas la única opción para conocer una de las cordilleras más hermosas del mundo. En la siguiente crónica encontrará una respuesta.

Foto: Rolly Valdivia

En la ciudad en la que nací y crecí no hay nevados de cumbres retadoras, pero existe un apu con nombre de santo que cobija en sus faldas un laberinto de urbanidad. Cerro ocupado. Cerro colorido. Cerro que es barrio popular y mirador turístico, porque desde allá arriba, desde ese arriba en el que se yergue victoriosa e imponente una cruz cristiana, las visiones se pierden en el oceánico horizonte.

No es un imagen clara. La grisura casi perpetua empaña el panorama, lo ensombrece y hasta podría decirse -acaso con una pizca de exageración o fatalismo- que se extiende como un manto tétrico y misterioso; aunque eso no importa demasiado cuando te invade la sensación de que aquella metrópoli está bajo tus pies con sus dramas y alegrías, con sus miserias y resplandores.

En la ciudad en la que nací y crecí no nieva ni graniza. Tampoco hay lluvias torrenciales y, si alguna vez los rayos garabatean el cielo con sus eléctricas y luminosas pinceladas, hay quienes creen que se acaba el mundo. Ajenos e ignorantes de esos fenómenos climáticos, son los viajes los que nos enseñan y nos permiten descubrir que ocurre más allá de nuestro desierto costero.

Y regresamos felices porque no nos ‘ahogamos’ en esa lluvia con alardes de diluvio que nos recibió en la selva. Y contamos mil veces que la nieve se parece al hielo picadito de las raspadillas y que el granizo golpea duro, a veces tan duro, que te deja pequeños moretones en la piel. Y compartimos las fotos de las cordilleras con sus picos congelados, tan altivos, tan enhiestos, tan distintos al San Cristóbal.

En la ciudad en la que nací y crecí el aire está contaminado, el tránsito infarta a las avenidas, el peligro merodea en las esquinas y el ruido tortura a los tímpanos, entonces, hay que salir, escapar, buscar lugares que sirvan de refugio contra el caos cotidiano, que te acerquen a la naturaleza, que te permitan reflexionar, relajarte, encontrarte. Son travesías necesarias. Son aventuras salvadoras.

Foto: Rolly Valdivia

Viajes que marcan. Recorridos que jamás se olvidan. Encuentros y hallazgos que se convierten en recuerdos memorables: el descubrimiento del hielo en Pastoruri, los rayos y truenos en Huancayo, la clásica visita a Marcahuasi, los ojos brillantes de los caimanes en una noche de navegación amazónica, la profundidad y el vuelo del cóndor en el cañón de Colca, y, claro, la primera vez en Machu Picchu.

Experiencias que enseñan y enriquecen fuera de la ciudad en la que nací, crecí y en la que aún vivo, de la que aún sigo escapando hacia los bosques, los valles, las pampas, los desiertos, las cordilleras, siempre las cordilleras, la de Vilcanota, la del Ampato, la del Huaytapallana, la de La Viuda, la Blanca o la del Huayhuash, aquella que hace más de 20 años vi desde Chiquián (Bolognesi, Áncash).

Desde ese momento, su nombre quedaría grabado en mi memoria. Sí, tenía que explorarla y dejar mis huellas en sus caminos que no son cualquier camino. Las rutas del Huayhuash, proclaman los conocedores y se lee en la red, están entre las mejores del planeta. ¿Verdad o mentira? Solo existía una manera de comprobarlo: estar ahí. Tenía que hacerlo. Demoré varios años en hacerlo.

Mis pasos me condujeron a muchos y otros destinos. Planes postergados. ¿Tentación creciente o temor ante semejante reto? Cuándo estaría en los dominios del Yerupajá, la segunda montaña más alta del Perú (6635 m.), el Suila Grande, el Jirishanca, el Trapecio, el Diablo Mudo o el Carnicero, por mencionar solo algunos gigantes en esta cadena compartida por Áncash, Húanuco y Lima Provincias.

Sí, Lima, pero no la ciudad en la que nací y crecí, la ciudad en la que el San Cristóbal es un apu desde tiempos prehispánicos, un barrio que surgió del desborde popular y un mirador fantástico desde el que se observa el mar, pero jamás las altas cumbres que están allácito nomás, en los territorios andinos de las provincias que conforman la región que lleva el mismo nombre que la asfixiante metrópoli.

Uno de esos territorios, una de esas provincias andinas es Cajatambo. Rumbo norte. La Panamericana. Elegir el desvío (el que está antes de Lachay y conduce a Sayán, Churín y Oyón, o el que empieza en Paramonga). Seis o siete horas. Llegar. Descansar. Continuar hasta la comunidad de Huayllapa, una de las puertas de ingreso y salida a la travesía que por muchos años fue un pendiente viajero.

Foto: Rolly Valdivia

Huayllapa ha sido final y principio. Desde sus calles he partido en busca de nevados, caídas de agua y miradores. A sus calles he retornado para recuperar fuerzas y dirigir mis pasos hacia otros parajes; y, esas mismas calles -que no son muchas- recibieron mi cansancio cuando arribé desde Copa, otro distrito cajatambino, después de una demoledora travesía.

En el trayecto, el esfuerzo fue premiado con una visión panorámica de las montañas del Huayhuash. Me sentí un ser privilegiado oteando la cordillera que me prometí conocer hace muchos años y que seguiré conociendo durante muchos años más. Ese es el plan. Esa es la estrategia que la casualidad, las circunstancias o acaso una decisión inconsciente, me ha llevado a aplicar durante años.

Mosaico andariego

Hay diferencias, mucha diferencias, tal vez demasiadas diferencias entre los 400 metros del cerro San Cristóbal y los 5000 del abra Trapecio, el punto más alto en mi última incursión. Todo es distinto aquí, tan distinto que hasta el corazón palpita de otra manera. Se acelera y repica como un tambor, mientras los pulmones parecen incapaces de absorber el aire necesario para sentirnos plenos.

Hay diferencias, mucha diferencias, tal vez demasiadas diferencias entre las visiones urbanas -¿caóticas?- que se develan desde el mirador capitalino -entramado de calles, enhiestos campanarios, el hormiguear incesante de la gente y de los autos- y el sereno e impoluto panorama que se abre ante nuestros ojos, desde ese paso de montaña al que se arriba después de una larga marcha.

Foto: Rolly Valdivia

Hay diferencia, muchas diferencias, tal vez demasiadas diferencias que, al final de cuentas, son las que motivan a salir siempre en busca de nuevos rumbos, rumbos andariegos en Huayhuash, la segunda cordillera tropical más alta del mundo. A pesar de ello, muchos no la incluyen en sus itinerarios. La sienten distante, poco accesible, reservada -única y exclusivamente- para fogueados trekkeros.

Vuelta al Huayhuash. Ocho, diez o catorce días de andanzas y campamentos por encima de los 4000 m. Suena complicado, titánico, quizás hasta imposible, además de costoso. Mejor no arriesgarse y elegir otro destino, como el callejón de Huaylas y la cordillera Blanca (Áncash) que -si uno quiere- se pueden disfrutar en un fin de semana y sin la necesidad de emprender kilométricos peregrinajes.

Después, será para después, cuando tenga más experiencia, cuando mis piernas hayan recorrido otras grandes distancias -el camino inca a Machu Picchu, el Inka Nani que une Huari (Áncash) y Huánuco Pampa (Huánuco), el llama trek Olleros-Chavín-, pero los años pasaban y mi promesa seguía sin cumplirse porque, más allá de las ganas, tenía temor de no estar a la altura de semejante reto.

Eso es lo que sentía. Eso -sospecho- es lo que intimida a muchos, sin saber que es posible sacarle la vuelta a la vuelta larguísima, si me permiten la redundancia que, en este caso, es doblemente válida por una sencilla razón: la solución que les propongo y de cuya efectividad puedo dar fe, se sustenta precisamente en redundar o, dicho de otra manera, en volver, volver y volver.

Desarmar el circuito. Segmentarlo. Acortar los tramos para escaparse el próximo fin de semana largo al sector ancashino o al huanuqueño y, al siguiente, por qué no, al cajatambino. Eso es posible y, también, necesario para aquellos que desean conocer la cordillera, pero que no les atrae demasiado dormir en carpas durante más de una semana o no quieren exponerse a tantas jornadas de trajín intenso.

Remembranzas

Foto: Rolly Valdivia

Amanece en Queropalca (Lauricocha, Huánuco). Frío, bostezos, tazas humeantes en un desayuno con sabor a despedida. Al terminar partiremos hacia Carhuacocha, laguna vigilada por una corte de nevados. Salimos. Un par de caballos nos esperan. Son nuestro por si acaso… por si acaso nos cansamos, por si acaso nos quedamos sin fuerzas. No nos tienen confianza. Creen que no resistiremos.

No estoy de acuerdo. Sé que resistiré el ida y vuelta de mi primera incursión en esa cordillera que años atrás vislumbré desde la serena urbanidad de Chiquián, el ‘Espejito del Cielo’. En Queropalca, adonde llegué después de visitar la laguna y la cueva de Lauricocha -donde se hallaron restos óseos de hace 10 000 años, siendo los más antiguos del Perú-, empecé a saldar una de mis deudas viajeras.

Huayhuash, al fin te recorro y te conozco de cerca. Eres retadora y linda por tus horizontes sinuosos, tus quebradas y pampas que brillan cuando las acaricia el sol, tus pendientes que nos quitan el aliento, tus bofedales traicioneros que se hunden con las pisadas, que humedecen las piernas y los pies. Y hace frío y hay que acelerar el paso para entrar en calor o al menos intentarlo. No siempre se puede.

Todo eso lo iría viviendo y descubriendo en nuestros diferentes encuentros, pero no quiero adelantarme. Estoy en Queropalca, diciéndole “no, gracias” al arriero que me ofrece su caballo. Tengo la certeza de que mis dos ‘patitas’ me llevarían triunfantes e invictas a Carhuacocha, una laguna de ensueño a 4125 m.s.n.m., a la que se puede arribar en uno o dos días, dependiendo del punto de partida.

Un salto en el tiempo. Otros recuerdos, pero el mismo frío. Aquí no hay tazas humeantes. Aquí hay un bus que se detiene en Cuartelwain, un campamento en la comunidad de Llamac (Chiquián), donde varios forasteros se preparan para comenzar su travesía a 4180 m.s.n.m. Soy uno de ellos. He retornado a Huayhuash con el objetivo de seguir sacándole la vuelta a la gran vuelta.

Lo había hecho aquella vez en Queropalca. Lo haría después en Huayllapa, adonde llegué para seguir engarzando los tramos de ese circuito maratónico que abarca Huayhuash, la cordillera de 30 kilómetros de extensión y 21 glaciares, cinco de los cuales superan los 6000 metros. Así, con paciencia y salidas cortas, voy completando la ruta. Ese es lo que quiero. Eso es lo que busco.

Foto: Rolly Valdivia

Por eso estoy en Cuartelwain, ascendiendo hacia Punta Cacanan (4700 m.), enrumbando hacia la laguna Mitucocha, sufriendo para superar el paso Carhuac (4650 m.), el último de esa extenuante jornada que terminaría en Carhuacocha. Era mi segunda vez en ese espejo de agua, pero mi primer campamento bajo la atenta mirada del Yerupajá, el Yerupajá Chico, el Siulá Grande y el Jirishanca.

Al despertar los vería nítidamente. La temperatura era extrema, pero esa imagen cordillerana ameritaba ‘congelarse’ un poquito, mientras se desarmaba el campamento y se calentaba el alma con un mate de coca. Alivio. Energías recargadas. Todo listo para continuar hasta el campamento Huayhuash (4300 m.). No hay que adelantarse. Dos abras y miles de metros me separan de mi destino.

Partir. El cuerpo anda con pereza. No hay que inquietarse. Ya irá reactivándose, encendiéndose, agarrando ritmo para ascender con persistencia de ‘camioncito’ carretero al mirador de las tres lagunas, uno de los sitios estelares de esta jornada y de todas las jornadas en este paraíso congelado que vas descubriendo entre el agotamiento y la satisfacción de que eres capaz de dar siempre un paso más.    

El pasito que te lleva a los más alto del mirador. Y el viento arrecia y el cielo se nubla opacando el brillo de las lagunas Quesillococha, Siulacocha, Gangrajanca, borroneando los picos del Yerupajá Chico y del Jirishanca (grande y chico). Bah, pero eso no importa. Ya estás aquí y te regalas una sonrisa fugaz. No hay tiempo para grandes festejos. El campamento todavía está muy lejos.

Lejos, siempre lejos, pero jamás tan lejos como para desistir. Hoy venciste a la distancia y lo harías también al día siguiente. Jornada dura y exigente en la que superas el abra Trapecio. Y el nevado está a tu lado. Y es magnífico, deslumbrante, colosal. El paisaje te inyecta la energía que escasea. Tienes que continuar, aunque no quieras tienes que continuar hasta Huayllapa, otra vez Huayllapa.

Foto: Rolly Valdivia

Arribas de noche con las pupilas cargadas de hermosas visiones, esas visiones que -cuando se disipe el cansancio- te convencerán de continuar con tu propósito. Todavía hay pendientes en esa cordillera que viste por primera vez desde Chiquián, en esa cadena montañosa donde las cumbres están vestidas de nieve, a diferencia de la cima del San Cristóbal, el apu de mi ciudad, la ciudad que me incita a salir en búsqueda de nuevos rumbos.

En Rumbo

El acceso: Por sus características geográficas es posible ingresar a la cordillera de Huayhuash por diferentes pueblos y comunidades. En la mayoría de los casos estos cuentan con infraestructura turística básica y esencial.

A tener en cuenta: Las comunidades del camino cobran el ingreso a sus territorios. Las tarifas varían.

Campamentos: En los diferentes sectores de la cordillera hay zonas habilitadas para acampar. Estas, por lo general, son muy sencillas.

Provisiones: Si piensa caminar por su cuenta no olvide llevar alimentos y bebidas. En las rutas no encontrará restaurantes ni bodegas.

Recomendación: Si no cuenta con los equipos necesarios y no es demasiado experto en rutas pedestres, le recomendamos contratar los servicios de una agencia de viajes o de un guía local. También podrá alquilar acémilas para que carguen su equipaje y avituallamientos.

Enterate más sobre Rumbos