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Lo que el huaico se llevó: crónica de una paradoja anunciada

Nadie se salvó de la furia de las aguas en Zárate (S.J.L.). Foto: Marquiño Neyra

Los pobladores de Zárate, San Juan de Lurigancho, que vieron caer el puente Solidaridad de Luis Castañeda Lossio, aún recuerdan con nitidez los huaicos que azotaron su localidad desde 1998. ¿Será posible que olviden la incompetencia de sus autoridades? 

Óscar Gómez recuerda este episodio como una paradoja. En el huaico del 23 de febrero de 1998, un fuerte torrente de lodo proveniente del río Huaycoloro, que por ese entonces casi nadie sabía de su existencia, alarmaba a la capital.

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Gómez cursaba la primaria y estudiaba a la altura de la cuadra 15 de la avenida Malecón Checa, a dos cuadras del derrumbe del puente Solidaridad. Era un lunes y su padre lo despertó temprano, pero no para prepararse para sus clases de verano.

Puente Solidaridad colapsa por aumento del caudal del río Rímac. Foto: Difusión

Eran las 5:30 de la mañana cuando el cauce ingresó con furia a las urbanizaciones Campoy, Zárate, Rímac y el Trébol de Caquetá, hasta al borde de la avenida Perú. También llegó a impactar el corazón del Rímac, alcanzando el metro de altura e inundando hasta cuatro estacionamientos de la Plaza de Acho.

En ese entonces, Óscar de 10 años e hijo único, ayudaba en la mecánica de su padre a instalar costales y botar el barro que había arrastrado el caudal. «Nunca olvidaré la puerta de madera que llevaba el huaico. Para mi edad, me parecía una escena cinematográfica», recuerda.

Ahora, tras el derrumbe del puente Solidaridad, él se acercó a la altura de la cuadra 17 de Malecón Checa, como todos los vecinos de esta avenida. “Lo único bueno de este puente eran las luces multicolores que irradiaban sus cuerdas a partir de las seis de la tarde”, reflexiona. Lo que antes servía para iluminar, hoy solo oscurece.

El río Rímac ha aumentado significativamente su caudal por las constantes lluvias de verano. Tras el derrumbe del pasado 16 de marzo, la gente desfilaba por la pista hasta amontonarse en la puerta del puente que colindaba con Malecón.

Ante el desastre, vecinos de Zárate se sientan en los muros a ‘admirar’ el huaico. Foto: Viviana Ortiz

Este colapso sorprendió a todo el país, pues este puente fue construido por el alcalde Luis Castañeda Lossio en el 2010, lo cual lo hacía relativamente nuevo. Los vecinos empezaron a pronunciarse ante la prensa. Donde hay flashes, hay atención.

Una localidad olvidada por sus autoridades, se emociona ante cualquier síntoma de algún poder (en este caso, el cuarto poder).  «Esto es culpa de Castañeda. Maldito vende patria”, regañaba un sexagenario de voz aguardentosa a unos pasos del derrumbe.

“Ni el peaje, ni nada nos pertenece. Todos son de los brasileros. Nosotros solo recibimos migajas”, agregó, haciendo alusión a la red de corrupción de la empresa Odebrecht, que implica a tres expresidentes del Perú (Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala), los cuales habrían recibido ‘coimas’ para beneficiar económicamente a esta compañía que está incrustada en varios países de América Latina.

Este puente, que unía a la urbanización Zárate con el distrito de El Agustino, se encuentra a un par de cuadras de Campoy, una de las zonas más afectadas en San Juan de Lurigancho por el huaico.

Los vecinos no recibían tanta atención de los medios desde que diversos reportajes dieron a conocer a Los malditos de Caja de Agua, que operaban en la entrada de esta urbanización.

También estuvo en todas las noticias cuando unos malhechores robaron una mototaxi frente a la comisaría de Zárate y cuando se produjo un sospechoso incendio en un almacén del Ministerio de Salud (Minsa) en El Agustino, el cual cercenó más del 70% de medicinas y documentos de años anteriores. Sus llamas se vieron con claridad desde la avenida Malecón Checa.

Una madrugada insomne

A las tres de la madrugada del viernes 17 de marzo, un nuevo huaico no dejaba dormitar a los vecinos.  Vehículos de Serenazgo recorrieron las principales avenidas de Zárate con megáfonos, anunciando que se aproximaba un nuevo cauce. Hasta ese momento, nadie sospechaba que iba a ser una de las peores tragedias desde el fenómeno El Niño de 1998.

Óscar Gómez fue despertado nuevamente por su padre, como hace un par de décadas. Ahora era más temprano que la última vez, el sol aún no mostraba rastros, pero todos ya estaban despiertos. Si no hubiese sido marzo y no hubiera pasado el huaico, hubiera parecido la noche de Año Nuevo, cuando todos los vecinos salían de sus casa a beber y charlar. Pero no. En vez de cohetecillos se escuchaba la furia del caudal y por copas en mano tenían escobas. Todos se mostraban absortos y buscaban cualquier herramienta que obstaculice el paso del barro a sus domicilios.

Los vecinos de Malecón Checa y Gran Chimú empezaron a juntar costales, piedras, ladrillos y pedazos de madera que servían como escudo para que el cauce no llegue a sus domicilios.

Esta vez Zárate, a diferencia de Huachipa, Carapongo o Campoy, no sufrió las peores consecuencias. Los pobladores de Huachipa aseguran que estos desbordes no fueron simples huaicos desatados por la naturaleza.

Días antes -aseguran- se realizaron trabajos de ampliación en la autopista Ramiro Prialé, una obra impulsada por la Municipalidad Metropolitana de Lima. Esto desviaría el flujo normal del río Rímac, acrecentando el daño en las poblaciones.

Corrupción

En San Juan de Lurigancho, como en cualquier otra esquina del Perú, los pobladores se convierten en opinólogos y recriminan cada rastro de corrupción.

Sin embargo, estas son las mismas personas que erran al momento de votar: este distrito estuvo entre los 22 que votaron en su mayoría por Keiko Fujimori (hija de uno de los 10 gobernantes más corruptos del planeta). Ella ahora aprovecha el desastre para hacer propaganda política.

Los vecinos también eligieron a Juan Navarro como alcalde de San Juan de Lurigancho, quien el año pasado transportó en las furgonetas de la municipalidad la propaganda electoral de César Acuña, líder de Alianza Para el Progreso (APP) y plagiador probado.

Navarro minimizó los primeros desbordes del río Huaycoloro, una actitud imperdonable para la autoridad que está al mando del distrito más populoso del Perú. Él lidera al triple de los habitantes de Islandia, al doble de Luxemburgo o a casi toda la población de Estonia o Trinidad y Tobago. ¡Dios quiera que eso nunca pase!

Si combinamos la actitud del burgomaestre distrital con el accionar del alcalde metropolitano, se puede encontrar una respuesta a la falta de prevención. Ante este panorama, los regidores metropolitanos no han recibido ningún aviso sobre este desastre.

Todos los lunes se envía a sus correos la citación respectiva para la sesión ordinaria de Concejo de los jueves (en este caso del jueves 23 de marzo). Pero en esta oportunidad en la agenda solo figura la revisión de dictámenes, discusión de reconocimientos, informe de viajes de funcionarios, entre otros aspectos.

Ningún punto menciona la situación de emergencia que afronta la ciudad. Según parece este hecho no preocupa al alcalde, quien prefiere presentarse en programas televisivos de espectáculos, acusar de corrupto al presidente de la República e invertir casi el 90 por ciento de los fondos de prevención en engalanar el malecón de la Costa Verde.

Y es que para algunos, la pobreza de San Juan de Lurigancho se debe a sus alcaldes corruptos, al populismo y a la falta de educación en este distrito que podría ser calificado como provincia, si estuviese nuevamente en manos de Mauricio Rabanal, exalcalde que propuso un proyecto de ley en el 2005 que buscaba ese objetivo, para conseguir un ‘desarrollo integral’. El año pasado unos 12 congresistas quisieron retomar esa propuesta.

Pero no todos piensan igual. Tal vez, Sigmund Freud tildaría a las decisiones de todos los vecinos de este distrito como ‘suicidio inconsciente’, debido a su nivel de desamparo y miseria. El sicoanalista explica que cuando llegamos a un nivel de infelicidad, esto nos lleva a auto flagelarnos de forma intrínseca, como cuando aumentamos el volumen de la radio cuando pasa una canción que nos entristece, lo cual se reflejaría en nuestro desinterés por conocer a las autoridades que terminaremos criticando.

Vecinos de San Juan de Lurigancho miran absortos el desastre. Foto: Viviana Ortiz

San Juan de Lurigancho es el tercer distrito más pobre, según el último informe del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Y para el Informe Global de Felicidad publicado este año por las Naciones Unidas, Perú está entre los países menos felices de Latinoamérica, lo cual se debe a nuestra mala distribución de recursos, la corrupción, la educación y al sistema sanitario que hoy tantos carecen.

Varias personas freudianas de S.J.L. arriesgaron su vida para hurtar algunos cilindros y barriles que traía el cauce del Huaycoloro, presumiendo que los despojos plásticos son más valiosos que sus vidas. En la mayoría de las situaciones, los curiosos abundan y se detienen a observar el paso de un huaico como si fuera un arroyo cristalino.

Los vecinos ahora hacen colas serpenteantes en los parques donde se estacionan las cisternas o en los locales de Sedapal. En algunos casos llegan a los golpes para apoderarse de las mangueras o se insultan tras ‘colarse’ en las filas. Las amas de casa siempre están hablando de lo mismo, las calles siguen empolvadas y la mayoría de los periódicos tienen de portada el mismo pesar.

Las mototaxis, comerciantes y supermercados hacen el negocio de sus vidas, mientras familias enteras corren detrás de las cisternas. Niños esperan en las colas para cargar un balde de agua que más tarde les servirá para lavarse las manos, luego de acariciar a sus mascotas o jugar en el parque. A estas alturas, tal vez, eso es lo único que les pertenece.

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