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Conservación

Aquia: en la ruta de la conservación comunal

  • A principios de año, la Comunidad Campesina de Aquia (Bolognesi, Áncash) sembró 100 000 plantones de queuñas (polylepis) en diversos espacios naturales. Esa hazaña ambiental demostraría el nivel organizativo de los comuneros y su compromiso con el cuidado del medioambiente. Motivados y orgullosos por su éxito, han decidido duplicar su récord y preservar la ‘buena salud’ de su territorio, a través de la creación de un Área de Conservación Privada (ACP). Un camino largo en el que no están solos. Ellos cuentan con el apoyo y acompañamiento de la Asociación Ecosistemas Andinos (Ecoan) y de la iniciativa Acción Andina.

Texto y fotos: Rolly Valdivia Chávez

En la iglesia colonial en la que se engríe festivamente a San Miguel Arcángel, en la estancia alpaquera de ichu y piedra en la que se desata la lluvia y golpetea el granizo, en las afueras de la cueva en la que se refugia el mismísimo demonio, en la quebrada desde la que se observa un horizonte montañoso, en la laguna resplandeciente en la que un hombre descansa bajo una sombra protectora.

Allí están, evidenciando su resistencia y nobleza en la puerta y en las vigas del templo centenario, también en el techo de esa estancia convertida en efímero refugio. Allí están, con sus troncos retorcidos, sus hojas menudas y su apariencia entre fantástica y fantasmal en la cueva del Diablo y en las orillas de la resplandeciente laguna Shalanga, también en la zona reforestada de Bolsa Punta.

Y allí deben de seguir… ¡siempre! En su hábitat, en las alturas, entre las cumbres. Lo sabe el hombre que descansa bajo la sombra protectora de un queuñal o polylepis. Lo entienden los comuneros que recuperan los bosques con los plantones que crecen en sus cuatro viveros. Lo promueven e incentivan los profesionales de la Asociación Ecosistemas Andinos (Ecoan).

Diversos escenarios, distintas visiones, pero la misma conclusión: es necesario proteger y recuperar las queuñas, cuidar la flora, la fauna y las cabeceras de cuenca, comprendiendo que el planeta vive una crisis ambiental. Nada es como antes, ni el frío ni la lluvia, tampoco las montañas. “Eran blanquitas, pura nieve, ahora ya no”, repiten los abuelos en tono de tristeza y desesperanza.

Se tenía que hacer algo, se tenía que hacer mucho para aliviar -aunque sea un poquito- los males de la Pachamama (madre tierra) y de las Jircas (montañas). Y lo hicieron, vaya que lo hicieron el pasado 8 de enero. Ese día, los comuneros de Aquia, liderados por su presidente Adán Damián, sembraron en varios sectores 100 000 queuñales, el árbol cordillerano que evita la erosión, ayuda a regular el ciclo del agua y garantiza la generación de esta.

Eso es lo que dicen, eso es lo que explican Jorge Ballena y Elías Damián, promotores locales de Ecoan, durante una visita de reconocimiento a Bolsa Punta, en la quebrada Queruragra, donde aproximadamente “200 hombres, mujeres, niños y hasta policías, sembraron más de 30 000 plantones”. Los monitoreos realizados en la zona arrojan un porcentaje de prendimiento de 87 a 92 por ciento. Todo un éxito.

También una gran fiesta. “El Jirka Rantin (retribución a la tierra en español) fue un jolgorio completo, con música y baile”. Así los comuneros mostraron su alegría y agradecimiento por una acción que ayudaría a generar agua. Fue tanta la expectativa -recuerda Elías- que las bases de “Huancos fueron al lugar de reforestación el día anterior y a las cuatro de la mañana empezaron a trabajar”.  

«Una gran lección que siempre nos llevamos de Aquia -diría la entonces ministra de Cultura, Gisela Ortiz- es la capacidad de sus autoridades de articular. Esto es importante porque cuando unimos voluntades, es mucho más fácil avanzar. Aquia no solamente es un pueblo ancestral, sino que es un pueblo que mantiene sus tradiciones y tiene todas las razones como para ser considerado como pueblo originario”.

Su vaticinio se haría realidad el pasado 30 de abril. Desde ese día, Aquia, es oficialmente un pueblo originario. Una distinción más para una comunidad que ya dio los 100 000 primeros pasos en el camino de la conservación de un territorio en el “que nacen los ríos Santa y Pativilca y en donde comienza el Parque Nacional Huascarán”, revela con satisfacción el presidente e ingeniero Damián.

Joven y dinámico, él está decidido a proteger “los recursos para las próximas generaciones” por lo que prepara una segunda edición del Jirka Rantin. “Sembraremos 200 000”, arenga en Bolsa Punta y repite en los viveros comunales, donde muestra el avance y explica las lecciones aprendidas en la producción de los polylepis, a los profesionales de Ecoan y Acción Andina.

Socios, aliados y compañeros en la ruta de la protección ambiental, su próximo objetivo en común es la creación de un Área de Conservación Privada. “Ellos nos apoyan en la coordinación y, además, articulan la parte técnica y científica”, puntualiza Damián. En esa tarea, los equipos técnicos exploraron, cabalgaron, acamparon en quebradas, pampas y lagunas para trazar la línea de base de la futura zona protegida.

El siguiente paso

“Recoger y recopilar información es importante para saber que hay y demostrar que existen riquezas y valores que se deben conservar”, expone el biólogo Adrián Torres, director de Conservación y Desarrollo en Ecoan y en la iniciativa Acción Andina, en la Asamblea General de la Comunidad Campesina de Aquia en la que se socializó la línea de base y el proceso a seguir para la creación de una ACP de 17 152 hectáreas.

El salón comunal está lleno. Sombreros y ponchos. Murmullos, aplausos, discreción. Ningún extraño puede ingresar sin permiso de las autoridades. Solo comuneros, cientos de comuneros acreditados que observan y escuchan con atención al biólogo con aspecto de aventurero. Y es que ellos quieren estar seguros de que “una ACP protege los recursos y que es parte de un sistema de conservación a la naturaleza”.

Sí, quieren convencerse de que ellos, “desde los Andes, están evitando que se pierdan los bosques de polylepis” y “contribuyendo a cuidar los ríos más importantes de la Amazonía”. Así los motivaría Torres en esa mañana agitada, de diálogo y debate, en esa jornada en la que allá afuera, en la plaza y en las calles, empezaba a sentirse el palpitar de la fiesta patronal de San Miguel Arcángel.

Pero la asamblea es ajena a los preludios celebratorios. Ya habrá tiempo para los rezos, los reencuentros, los brindis y los bailes. La reunión continúa. “La creación del ACP Comunidad de Aquia puede dar oportunidades (de trabajo) a sus hijos y a sus nietos”, expresó Darwin Miranda, biólogo especializado en sistemas de Información Geográfica (SIG) y parte del grupo que exploró las alturas aquinas entre setiembre y octubre del año pasado.

Miranda habla de los bosques relictos altoandinos (superficie reducida, fragmentación y difícil acceso, siendo el polylepis el árbol característico), de los matorrales andinos, de los humedales y bofedales, escenarios que configuran el panorama comunal. Después mencionaría los resultados del estudio de flora y fauna de la línea de base (cuyo informe final fue entregado a la asamblea), los cuales respaldan el objetivo compartido.

Cifras que sorprenden: 275 especies de plantas (10 endémicas y 37 con algún grado de protección), y 91 especies de aves (8 endémicas y 3 amenazadas, algunas relacionadas con los queuñales). Otras que preocupan: no se encontraron mamíferos grandes, como los pumas (los matan por que atacan al ganado) y solo se registró una especie de sapo, animal que cumple el rol de controlador biológico.

Conversaciones atipladas. “Ya no hay sapos. Antes había bastantes”, susurra un anciano en la primera fila. Él recuerda aquellos tiempos en el que los batracios “mataban a los bichos de las chacras”. Naturaleza en acción. Equilibrio ecológico que se quebró por culpa de los fertilizantes. Su uso intensivo exterminaría a los valiosos aliados.

Una razón para volver a las raíces, a los hábitos de los antiguos. “Queremos potencializar la producción agroecológica y nuestra seguridad alimentaria con productos ciento por ciento orgánicos”, comentaría en la jornada siguiente, allá en Bolsa Punta, el presidente Damián, quien espera, también, desarrollar y fomentar el ecoturismo en la ACP con la que sueña, en la ACP por la que lucha como presidente y comunero de un pueblo originario.

En Rumbo

*Cómo llegar: seguir la ruta hacia Huaraz hasta la laguna Conococha. En este punto se toma el desvío que conduce hacia el distrito y la comunidad campesina de Aquia. 

*Un árbol, varios nombres: en el Perú la queuña es conocida, también, como queñual, queñua, quinual o quewiña. El término polylepis (muchas láminas en español) hace referencia a las múltiples capas de corteza que presentan los árboles.

*El reto: se prevé que la declaratoria de la ACP se logre en un plazo de dos años. En este periodo se realizarán talleres con los comuneros, se definirá la zonificación del área y el expediente será revisado in situ por los especialistas del Servicio Nacional de Áreas Protegidas por el Estado (Sernanp), definió el proceso Adrián Torres.

*Altitud: las queuñas soportan las bajas temperaturas altoandinas. Su rango de crecimiento oscila entre los 3500 y los 4800 metros de altura, aunque se han encontrado ejemplares por encima de los 5000 m.s.n.m. En cuanto a su tamaño, estos pueden superar los 10 metros.

*Resistencia: la madera del polylepis es muy resistente y duradera, como se aprecia en la iglesia de Aquia y en la estancia Tingo.

*Aliados: Acción Andina es una iniciativa que se realiza en Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Chile y Colombia, con el objetivo de restaurar y conservar los bosques altoandinos de polylepis, con el sembrado de 2 500 000 ejemplares. Este proyecto internacional se basa en la experiencia de 20 años de Ecoan y surgiría de la alianza estratégica con Global Forest Generation (GFG).

*La travesía: el viaje que inspira esta crónica se realizó la última semana de setiembre, coincidiendo con una visita de los profesionales de Ecoan y Acción Andina, y con la fiesta patronal de San Miguel Arcángel.

*Las visitas: viveros de la comunidad, lagunas Yanacocha, Juitococha y la estancia alpaquera de Tingo en el centro poblado de Pachapaqui, rodal de puyas Raimondi de Pachapaqui y la zona reforestada de Bolsa Punta, en el caserío de Villanueva. También se visitó el caserío de Santa Rosa, donde existen bosques nativos de queuñales en la laguna Shalanga y en la zona de Lacllash, una formación rocosa en la que se encuentra la cueva del Diablo.

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