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Tingo María: al encuentro de la Bella Durmiente

Es la puerta de la Amazonía, un extraordinario lugar que se estira con sus majestuosas cataratas y lagunas, un extraordinario hábitat bajo cuevas subterráneas y la más sublime gastronomía de los llamados tingaleses.

Una alfombra verde cubre las montañas, el cielo se despeja luego de la llovizna de la madrugada, mientras el sol se levanta en todo su esplendor y la bruma acaricia al visitante. Esta es la tierra huanuqueña de Tingo María, ceja de selva y puerta de entrada a la Amazonía.

Un recorrido por el corazón de la ciudad es encontrarse con el centro artesanal “Lamas”, donde abundan los adornos, llaveros, carteras, monederos y ornamentos para casa. Todo está labrado a mano, y aprovechado de los recursos lugareños como la cáscara de coco, bambú, escamas, piedras. También hay muebles a base de madera de cedro, moena, cebrilla, caoba. Realizar todos estos tallados en una sola madera es posible en manos de Jaime Maldonado y Cristina Romero en su taller “Kullowasi”, que significa la casa de los troncos.

De cataratas y miradores 

Los que buscan un día de descanso, paz y tranquilidad podrán optar por visitar la Cascada de Santa Carmen, ubicada a 7 kilómetros al sureste de la ciudad de Tingo María. Aquí puede gozar de caídas de agua cristalina de aproximadamente 30 metros que al ponerse en contacto con las rocas y el aire se transforman en pequeñas gotitas dando al ambiente una sensación refrescante. Darse un buen “chapuzón” en estas aguas frías es más que relajante.

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Una visita obligada es el Parque Nacional de Tingo María, a 15 minutos de la ciudad. Para llegar se toma la carretera a Monzón, que empieza en el puente “Córpac”, sobre el río Huallaga. Mientras las huellas se impregnan en el camino y el auto se balancea una que otra vez, pequeñas viviendas hacen su aparición, así como una imponente vegetación que nos señala que estamos ingresando por territorios desconocidos. El Mirador de Jacintillo es una parada definitiva para todo aquel que pasa por estos lugares. Desde aquí, aparte de ver a la ciudad en todo su esplendor de sur a norte, se puede apreciar el punto donde el río Monzón se convierte en alimentador de uno de los ríos más importantes del Amazonas: el Huallaga.

Vida en la cueva 

Foto: Juan Puelles

Es imposible dejar de mencionar las comunidades nativas; Benajema, cuya traducción es “Pueblo Nuevo”, está formada por 22 familias descendientes de shipibos. La humildad de su gente es conmovedora y la falta de ayuda es evidente; aunque las autoridades han tratado de dar lo mejor, no es suficiente. Su líder, Gilder Cauper, de 36 años, tiene a su cargo el bienestar de todos; mujeres, niños y ancianos reflejan en sus rostros las huellas de un pasado difícil.

Luego de algunas paradas llegamos al parque nacional, formado por montañas vestidas de vegetación. Su mayor atractivo es la Cueva de las Lechuzas. En su interior formaciones de estalactitas y estalagmitas forman diversas figuras, y murciélagos, loros, pericos y los peculiares huacharos conforman el coro que recibe a los visitantes. 

Desde el Mirador San Cristóbal se aprecia la majestuosidad de la muy conocida “Bella Durmiente”, figura de una mujer recostada con la mirada al cielo, formada por un conjunto de cerros, cuyo mejor momento es al atardecer, cuando el sol empieza a dormir y el fondo de la ciudad de Tingo María empieza a siluetearse.

Tacacho con café 

Aquí podremos disfrutar en diversos platillos como el famoso tacacho con cecina, delicioso plato preparado a base de plátanos y acompañado de un trozo de carne de la pierna de cerdo. Otra variedad es la cecina acompañada de sachapapa, una especie de tubérculo de color morado que sólo crece en julio y agosto en esta parte de la selva. Además, se puede disfrutar de los juanes (arroz verde relleno de gallina, envueltos en hoja de plátanos), de la patarashka, pescado a la parrilla, la canga, plato preparado a base de pollo y condimentado con sal y limón. Es posible probar estos suculentos potajes en la esquina de la Alameda Perú con Chiclayo, en plena Plaza principal de la ciudad, donde señoras como Ana María Lucero y Olivinda Pizarro han adquirido en sus manos la receta de la abuelita.

La Cooperativa Agraria Industrial Naranjillo está dedicada a la transformación de cacao y café. Tingo María ofrece este grano pequeño como uno de sus mejores productos de exportación. Delicioso y con un sabor especial, es la consecuencia de un gran proceso, luego de una gran selección, y el paladar puede estar seguro de probar el mejor café del mundo. Esta institución cuenta con diversos centros de acopio de estos productos, localidades como Tocache, Nuevo Progreso, Aucayacu, Uchiza, Santa Lucía, Yanajanca y otros. Los productos más importantes que presenta son miel de aeja, té, manzanilla, anís, hidromiel (vino de miel), chocolates y café, siendo todos productos de exportación.

Un Milagro llamado Aucayacu 

Siete de la mañana en punto. El destino es la laguna El Milagro, en el distrito de José Crespo y Castillo. Para llegar, se debe tomar la carretera Tingo María – Aucayacu, la cual se recorre en 25 minutos. El paisaje verdoso de la selva y la Cordillera Azul (cordillera oriental) son la mejor compañía, así como el cielo celeste, arropado de imponentes nubes, que van formando siluetas en el firmamento.

Desde el kilómetro 22 de la carretera Tingo María – Aucayacu, y después de 15 minutos de caminata, cuesta arriba, llegamos a la famosa laguna El Milagro. Desde aquí nuestro guía será Luis Cenepo, quien con su familia ha formado una pequeña empresa de servicio al turista. Palmeras, plantaciones de aguaje y diversos tipos de orquídeas dibujan la entrada a este lugar. Ya en la cima, en medio de la selva, un inmenso panorama se abre ante nuestros ojos: la laguna con sus 40 mil metros cuadrados. Este espejo natural es el albergue de cientos de aves como el pilco, la perdiz, ushpa garza, garza blanca, pájaro relojero, pájaro carpintero y el paucar. También abundan gigantescos árboles como el shimbillo, pichirina, uvilla, yarina y palo santo. Y bajo el agua nadan la tilapia, el huasaco, la carpa, el paiche.

Este paraíso natural se caracteriza por su gran tranquilidad, serenidad y un contacto directo con la naturaleza. La práctica de deportes como la pesca y natación son factibles durante todo el año. Es posible disfrutar de un paseo en bote y de caminatas por los rincones más inhóspitos. Se han acondicionado rutas para los exploradores y es común encontrarse con sapos, boas y pequeños lagartos. Durante la caminata, nos enteramos que algunas áreas han sido reforestadas con plantas de huairuros, y que el lugar recibe a chamanes y curanderos cuando los turistas los requieren. 

Retomando la carretera llegamos al pueblo de Aucayacu y visitamos su Centro Piscícola Municipal, donde se realiza la crianza de diversos tipos de peces de la zona. El ingeniero Carlos Álvarez, iniciador de este proyecto de criaderos de especies marinas de la Amazonía, señala que en este lugar hay 32 estanques donde se lleva a cabo la fecundación, desarrollo y crecimiento de varios peces de la zona. Aquí encontramos peces como la gamitama, paco, doncella, boquichico y el preciado paiche que puede llegar a medir 3 metros y pesar hasta 180 kilos. Aquí la alimentación es en base a soya, polvillo de arroz, maíz amarillo y harina de pescado. Tocar y ver de cerca a estas especies en crianza es una gran experiencia personal.

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