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Un respiro en Juanjuí, el tesoro escondido de San Martín

Destino prometedor en la selva de la región San Martín, sorprende al viajero por sus raíces culturales, su belleza paisajística y su espléndida biodiversidad.

La noche marca el principio y el final de una travesía por los principales recursos turísticos de Mariscal Cáceres (San Martín), la provincia en la que se encuentra el Parque Nacional del Río Abiseo y la Concesión para Conservación El Breo. Pero eso no es todo, su capital, Juanjuí, cuenta con espacios urbanos que permiten conocer las raíces ancestrales y culturales de un pueblo orgulloso de su portentoso pasado.

Llegamos al anochecer tras una extraña e inolvidable jornada viajera que incluyó desde el ahogamiento y sepelio de un dron hasta una inesperada, pero sabrosa balacera a la hora del almuerzo. Sí, fue un día agitado, anecdótico, también nostálgico que comenzó en las orillas de una laguna y concluyó en aquella ciudad que descubriríamos después, varios días después.

Foto: Ricardo Ramos

Al día siguiente, partiríamos temprano hacia un parque nacional que, por el valor de su biodiversidad y legado arqueológico, fue declarado como Área Natural Protegida por el Estado peruano, Patrimonio Mundial Mixto de la Humanidad y Núcleo de la Reserva de Biosfera Gran Pajatén, por la Unesco. ¡Qué veríamos en su imensidad! ¡Qué aventuras nos esperarían en sus cauces impetuosos, sus cascadas cristalinas y sus bosques tupidos!

Y la noche se vuelve lluvia. Lluvia que refresca los sueños y que atrasa la partida madrugadora. Paciencia. Debemos esperar a que el cielo se despeje, aconsejan los que saben, los que conocen los secretos de los ríos, los que protegen los ecosistemas del Parque Nacional del Río Abiseo y la Concesión para Conservación El Breo, potenciales atractivos turísticos de la provincia Mariscal Cáceres (San Martín).

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Hacía allá iremos cuando el cielo escampe en Juanjuí, la capital provincial a la que llegamos al anochecer, después de un largo recorrido que se inició en El Sauce, con su laguna Azul, con sus botecitos relajantes, con sus árboles traicioneros que atraparon el dron de nuestro equipo. El periplo proseguiría en Bellavista, la ‘ciudad de los cuatro pisos’, donde probamos un exquisito arroz baleado.

El dron fue rescatado a piedrazos. El dron terminó convertido en submarino. El dron fue trasladado hasta el hotel en un silencioso cortejo. Una baja en la expedición. No sería la única. En Bellavista, la capital de la provincia del mismo nombre, miles de granos de arroz fueron ‘baleados’ con unos frijolitos llamados cusporotos, con el propósito de ofrendar y combinar sus sabores a la hora del almuerzo.

Foto: Ricardo Ramos

Arroz baleado y ninajuanes que, por ser más jugosos, son distintos a los otros juanes. Bien servido y buen provecho. Luego, a manera de postre cultural, una visita al Museo y Jardín de Nuevo Paraíso que atesora, entre otras cosas, 153 piedras grabadas por los antiguos pobladores de la selva sanmartinense. Su visión aminora la tristeza por el ‘compañero’ caído y consigue levantar la moral para completar el trayecto.

Ahora sí, Juanjuí

Regresamos antes del anochecer. Cansados, embarrados, picoteados, pero felices. Inmensamente felices por lo vivido en el Abiseo y El Breo, donde las trochas conducen a velos de aguas cristalinas y los pasos fluviales son una explosión de adrenalina para tripulantes y pasajeros. Vértigo, zarandeo, corrientes revueltas, ganas de que todo acabe pronto, ganas de que los rápidos no terminen nunca.

Pero terminan y la tensión se convierte en sonrisas, en momento intenso, en relato que se contará miles de veces, agigantando los detalles e inoculando a los escuchas las ganas de estar ahí, en las afueras de Juanjuí, la ciudad que alguna vez fue un rosario de rústicos tambos de madera, la ciudad a la que hemos vuelto por segunda vez, aunque en esta ocasión antes del anochecer.

 Ya no hay excusas. Ni el sueño ni el cansancio, tampoco la partida madrugadora por el río Huallaga. Ahora sí, Juanjuí. Vamos a tus plazas y calles para descubrir tu devenir como pueblo, villa, ciudad y capital provincial, y enterarnos que tu nombre estaría ligado al de un personaje de origen sombrío, sospechoso, nada santo, según las referencias existentes.

Una vuelta en el tiempo. 1780: un recluso escapa de la cárcel pública de Lamas. Se desconoce su apellido, solo se sabe que lo llaman Juan. Perseguido por la ley, decide asentarse en la distante quebrada de Juanjuicillo, donde labra la tierra para subsistir digna y honradamente. Los años pasan. La justicia olvida. El ‘huido’ vuelve al lugar del que escapó y, jactancioso, pregona las riquezas de su ‘nueva’ tierra.

Lo hace con tanta convicción que varios de sus conocidos deciden mudarse a ese rinconcito del río Huallaga, donde sobraban los frutos, los peces y la caza siempre era exitosa. Otros, en cambio, preguntaban el nombre de ese lugar del que se hablaban maravillas, entonces, los interrogados respondían: “las tierras de Juan Huido”. De tanto repetirlo, se transformaría en “juanjuido” y en Juanjuí.

La versión oficial es distinta. Esta consigna los nombres de Gaspar López y Pedro Vásquez. De origen español y residentes en Moyobamba, ambos emprendieron el viaje hacia ese lugar que había ganado fama por sus ingentes recursos. Poco a poco, el pueblo de los tambos de madera techados con hojas de palma, iría creciendo y progresando, hasta ser declarado distrito el 11 de setiembre de 1868.

Foto: Municipalidad Provincial Mariscal Cáceres

El título de honorable villa le sería concedido el 23 de noviembre de 1906 y el de ciudad el 2 de julio de 1927. Su designación como capital de Mariscal Cáceres, se promulgó el 7 de mayo de 1940, teniendo como distritos a Pachiza, Huicungo, Tocache y Uchiza. Tiempo después se crearían los distritos de Campanilla y Pajarillo, como se consigna en el portal web de la Municipalidad Provincial.

Adiós al pasado. Juanjuí hoy. Paso a paso por el flamante Boulevard Turístico Punta Verde en el barrio de La Merced. Inaugurado en octubre de 2019 por el Ministro de Comercio Exterior y Turismo, Edgar Vásquez Vela, resaltan los murales que muestran la mística cultural y natural de la provincia, además de las vistas espléndidas del río Huallaga. Otros pasos. La plaza de Armas, el corazón de una ciudad que no olvida sus raíces ancestrales. Aquí no se ha erigido la imagen de un héroe. Aquí, en el centro, se rinde homenaje a los constructores del Gran Pajatén y Los Pinchudos.

Foto: Gobierno Regional de San Martín

En los alrededores de la plaza las fachadas muestran los colores del Destino Abiseo: verde por la naturaleza y vegetación de la provincia; rojo por la unión y las emociones fuertes que se viven en el río y el bosque; anaranjado por la diversión y la juventud; y celeste por las abundantes aguas fluviales.

El pintado de las fachadas fue una iniciativa de la Municipalidad Provincial, para fortalecer la identidad de Juanjuí como ciudad soporte del Destino Abiseo.

En la ciudad hay otros agradecimientos a los antiguos, como la plaza del curaca Llullunco en el centro poblado de Juanjuicillo. Esta evoca al líder indígena que habría protegido y ocultado a Juan Huido quien, años después, contraería matrimonio con una de las hijas de su benefactor, “logrando tener cierta autoridad en el pueblo” habitado por nativos hibitos y cholones, como se consigna en el blog Juanjuí Noticias.

Un mural y un museo

Foto: Ricardo Ramos

   No se escucha el timbre ni la campana. Son tiempos de pandemia y no hay clases en la Institución Educativa Carlos Wiese. Afuera, las calles acaloradas vibran ante el rugido de los motores, pero, a pesar de esa inquietud urbana, muchos transeúntes reciben una lección inesperada. No en las aulas cerradas sino al observar detenidamente un muro que no es solo un muro. Es también una puerta.

Es extraño, pero la única manera de traspasar por esa puerta que en realidad es un muro, es abriendo la mente y la imaginación, entonces, los trazos inspirados y destellantes de los talentosos muralistas amazónicos, Winsho, Dcapuena, Bering y Cronwell, tomarán vida y adquirirán un mayor sentido, convirtiéndose en fuentes de conocimiento, orgullo e identidad.

El mural, una propuesta artística del grupo Puerta Amazónica en coordinación con la Oficina de Turismo y Patrimonio Cultural de la Municipalidad Provincial de Mariscal Cáceres, tiene el objetivo de representar a las etnias originarias -los cholones e hibitos-, el patrimonio cultural y arqueológico de los chachapoyas -el pueblo preinca que habitó estas tierras-, la biodiversidad y la belleza paisajística del Parque Nacional del Río Abiseo y de sus zonas de amortiguamiento.

Foto: Ricardo Ramos

Un completo resumen de todo el patrimonio cultural y natural de la selva de Juanjuí y de Mariscal Cáceres, para que la ciudadanía se identifique con su tierra y los turistas que llegan al Abiseo y la catarata El Breo, se animen a aprender más del nororiente peruano, en las salas del Museo Arqueológico y Etnohistórico de Pachiza, donde hay fósiles, cabezas clavas, ceramios, herramientas líticas y hasta una réplica del Gran Pajatén.

Aventura intensa

 Escampa. Salimos en busca del río. Navegamos por el Huallaga hasta el distrito de Huicungo (también es accesible por carretera). Primera parada. Bajamos. Ingresamos al Centro de Interpretación del Parque Nacional del Río Abiseo (PNRA), un espacio para conocer más sobre la flora, la fauna y la importancia de preservar una de las maravillas del Perú.

Reconocido por la Unesco como Sitio de Patrimonio Mundial Mixto (natural y cultural), el PNRA tiene una extensión de 274 520 hectáreas, siendo su objetivo principal “proteger una muestra representativa de los bosques nublados de la ceja de selva y selva alta, que incluye diversas zonas de endemismo”, se explica en la página del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp).

Con rangos altitudinales que van desde los 200 hasta los 4200 m.s.n.m., es el hábitat de 1134 especies de plantas y 900 de fauna silvestre, 27 de las cuales son endémicas o de distribución restringida. También existen 18 especies de animales amenazados (11 mamíferos y 7 aves), como los osos de anteojos, tarucas, otorongos, maquisapas de montañas, monos choros de cola amarilla, entre otros.

Pero eso no es todo. En el PNRA se encuentran dos de las zonas arqueológicas más enigmáticas del país. El Gran Pajatén con sus estructuras circulares decoradas con mosaicos que representan humanos y aves con líneas geométricas, y las construcciones funerarias de Los Pinchudos, levantadas acrobáticamente en las cornisas de un farallón.

Será para la próxima. El itinerario, esta vez, no incluye la parte histórica. Pura naturaleza. Solo excursiones por trochas y ríos. Solo partidas y llegadas al Puesto de Control Churo porque no hay tiempo que perder. Debemos explorar y conocer la cueva de Los Franceses, llamada así en honor a un par de aventureros de esa nacionalidad, y las cataratas Shihui, Maquisapa, Oso y Timón.

Foto: Ricardo Ramos

También la quebrada Churo… ¿y el camino? No hay, no existe. Hay que lanzarse al agua y nadar para conocer una caverna invadida por el agua. Adentro, es necesario trepar y hacer malabares para seguir internándose en su oscura profundidad. Experiencia refrescante y emotiva, casi tanto como uno de los rápidos del Abiseo o el ‘mal paso’ en la ruta hacia la catarata El Breo.

 Salimos del parque. Navegamos por otro río. El Huayabamba nos conduce a la Concesión para Conservación El Breo del distrito de Huicungo, donde los miembros de la Asociación de Protección de Bosque Comunales Dos de Mayo-Alto Huayabamba, decidieron alejarse del peligroso cultivo de la coca, para apostar por el turismo y el cuidado del medioambiente.

Proteger en vez de depredar, esa es la consigna que los impulsó a emprender un nuevo camino y, también, a guiar a los visitantes a una catarata de 140 metros de altura que se precipita por una pared brillosa del bosque primario, tan brillosa que los cazadores creían que estaba cubierta de brea. De esa confusión deviene su denominación actual.

Foto: Municipalidad Provincial Mariscal Cáceres

El viaje se termina. Hay que desandar lo andado para volver a Juanjuí antes del anochecer, entonces, a diferencia del inicio de esta crónica, la oscuridad no ocultará los encantos de la capital de la provincia Mariscal Cáceres, el perfecto punto de partida para conocer uno de los parques nacionales con mayor biodiversidad y riqueza arqueológica del país.

En Rumbo

El viaje: Desde Lima por vía aérea a Tarapoto (vuelos diarios). Desde la llamada ‘Ciudad de las Palmeras’ por carretera hasta Juanjuí (130 kilómetros aprox. / 2 horas de viaje).

El clima: cálido y moderadamente lluvioso. Lleve siempre un impermeable para evitar cualquier contratiempo. 

Ideal: Para visitar el PNRA y El Breo se recomienda una excursión de 3 días / 2 noches. Hay agencias de viaje que organizan la travesía. También es pertinente coordinar con la administración del PNRA (pnrioabiseo@sernanp.gob.pe).

Servicios: Juanjuí, la capital provincial, ofrece las comodidades para la satisfacción de los turistas. Hoteles, restaurantes y centros médicos, entre otros servicios vitales para el disfrute y la seguridad de los visitantes.

Celebración: el 2 de julio se conmemora el aniversario de la creación de la provincia Mariscal Cáceres. Esta se produjo en 1940.

Religiosidad: En setiembre Juanjuí homenajea a su patrona la Virgen de la Merced. El día central es el 24.

Agradecimientos: Por el Apoyo brindado a la Municipalidad Provincial Mariscal Cáceres : https://www.munijuanjui.gob.pe/

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