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Destinos Largos

La comunidad de Ccaccasiri: Destino histórico y vivencial en Huancavelica

Por Rolly Valdivia / Fotos: Wendy Rojas

De raíces prehispánicas y célebre en la sierra central por la calidad de su alfarería, el centro poblado Ccaccasiri (distrito de Acoria, Huancavelica) es una de las comunidades con más historia y pasado de la región. Parte de ese legado ancestral es presentado en esta crónica que describe una experiencia vivencial difícil de olvidar.

Solo un pulpo habría sido capaz de enfrentar la situación sin sentirse atolondrado, pero nosotros -simples humanos con solo dos extremidades superiores- estábamos deliciosamente desbordados, por lo que nos vimos en la desesperada necesidad de ejecutar imprevistos actos de acrobacia y malabarismo, para recibir con cierta gracia y elegancia los platos que generosamente nos entregaban.

Foto: Rolly Valdivia

Estos aparecían por todos los frentes, acompañados siempre de una sonrisa franca y un rosario de palabras en quechua. Imposible no aceptar, entonces, no es una locura querer tener tantas manos como tentáculos posee un pulpo, para acopiar sin problemas los nutritivos potajes que atesoraban esas ollas de arcilla “que tienen brillo, sonido y un sabor saladito”.

Condiciones claves para identificar a las ollas que se moldean con tres tipos de arcilla en Ccaccasiri, nos revelaría horas después en su taller, el maestro artesano Luciano Cárdenas Quispe, quien continúa la tradición de su comunidad, reconocida desde siempre por su calidad alfarera, tanto así que los abuelos las vendían o intercambiaban en los pueblos vecinos.

MÁS RUMBOS:

Pero aquella mañana en la que la lluvia cedía el paso a un sol timorato, no estábamos en la plaza 28 de Julio para comprobar si la cerámica sonaba y era saladita. Eso no tenía sentido habiendo tanta quinua, olluco, mashua, cancha, habas, trigo, entre otras delicias sembradas, cosechadas y preparadas por manos campesinas, manos andinas, manos huancavelicanas.

Banquete al aire libre. Abundante, contundente, con sabor a tradición y por cortesía de la Madre Tierra, la Mamapacha que aquí es pródiga y productiva, acaso porque se le trata con cariño. “En las chacras crecen las papas, el tarwi, el maíz, la cebada, y, en la parte baja, tenemos variedad de frutales”, aclara el panorama agrícola de su centro poblado, Gonzalo Bendezú, el secretario de la comunidad.

Su reporte -al que hay que agregarle uno o varios etcéteras- lo hizo en el pequeño Museo Comunal, donde las autoridades recibieron a los periodistas que hace unos días llegaron de Lima, que esta mañana salieron de la capital regional en busca de nuevos Rumbos, y que ya en la ruta se detuvieron más que un ratito en la hacienda Santa Rosa y en el bosque de piedra de Sachapite.

Un alto en el camino

Imposible no hacerlo. Santa Rosa es una reliquia de cal y piedra que data del siglo XVIII. A pesar de las heridas dejadas por el tiempo y el abandono, su capilla de estilo barroco se yergue llamativamente imponente, mientras que un mural maltrecho muestra escenas de ese pasado opulento, de esa vida de derroche que tuvieron algunas familias privilegiadas en la llamada Villa Rica de Oropesa.

Antigua Hacienda Santa Rosa.

Las fortunas generadas por las minas de azogue o mercurio -fundamentales para la reducción de la plata de Potosí (Bolivia)– hicieron de la Huancavelica colonial una ciudad de iglesias, haciendas y casonas, varias de las cuales se conservan, revelando ante los ojos de los viajeros la impronta de la que fuera llamada en tiempos coloniales como la más preciosa joya de su majestad en América. 

Santa Rosa es parte de ese periodo histórico que, con sus luces y sombras, marcó el devenir de esta región del país. Al estar en la hacienda desolada, al caminar en el atrio de un templo sin misas y al observar las imágenes deterioradas de ese mural que acaso se mantiene en pie de puro milagro, es inevitable pensar o imaginar cómo fue la vida en aquellos tiempos que se marcharon para siempre.

Mural que relata la opulencia de una época
Figuras pétreas en Bosque de Piedras Sachapite

Una acción que se repite en el bosque de piedras de Sachapite (distrito de Yauli), aunque por un motivo distinto. Y es que al ver esas moles ciclópeas que se proyectan al cielo entre las matas del ichu, no fantaseo sobre el boato de la sociedad virreinal, sino que me esfuerzo por hallar figuras o siluetas conocidas. Lo intento, pero fracaso. Admito que soy bastante malo en esas búsquedas.

Bah, ¡qué importa!, el panorama es sobrecogedor más allá de cualquier forma, de cualquier similitud. Lo disfruto. Me impresiona la caprichosa inspiración de la naturaleza que moldeó cenizas volcánicas a 3999 m.s.n.m. y a 18 kilómetros del centro de Huancavelica, creando así una serie de ‘esculturas’ diseminadas en un área que abarca un kilómetro cuadrado.

Pieza cerámica en Museo Comunal de Ranrapata

Todo eso sucedió antes de escuchar el reporte de siembras y cosechas del secretario Bendezú, en los ambientes de un museo rústico que exhibe ceramios de diversos tipos y usos. “Unos son para traer agua del puquial, otro para almacenar la chicha de los matrimonios, también están los que sirven para la fiesta de Santiago… sí, son esos, los que tienen forma de animalito”.

Se arma el bullicio, se impone un coro de voces emocionadas. Todos quieren hablar, comentar, contar algo del lugar en el que nacieron, desde el alcalde del centro poblado, Rigoberto Huamaní -varias piezas de nuestra zona arqueológica están en la ciudad”- hasta el teniente gobernador, Fermín Araujo -he encontrado unas piedras extrañas que deberían ser estudiadas”.

Muchos relatos en el museo que ostenta una serie objetos rescatados del olvido, durante la ejecución del Proyecto Institucional de Investigación Arqueológica Ranrapata, el lugar histórico que visitaremos cuando la presidenta comunal Primitiva Cárdenas Quispe, la vocal Epifanía Yalli Huamaní y la tesorera María Ñahui Tuncar, terminen de contarnos sus experiencias como dirigentes de su pueblo.

El periodista invisible

¿Fácil o difícil? Piensan, ríen, se miran entre ellas. Eso es lo de menos. Igual tienen que cumplir el encargo de sus paisanos. Y los esposos… ¿se molestan?, les pregunto, sabiendo que a muchos no les gusta que sus parejas cumplan roles supuestamente masculinos. “Está tranquilo”, dice la presidenta y asiente la tesorera. La vocal discrepa: “Yo vivo sola. Los varones son un estorbo”.

La risa se convierte en carcajada. Ahora sí que se armó el alboroto en el museo, como minutos después se armaría en la plaza con apariencia de canchón, donde primero quise ser pulpo para poder recibir todos los platos y los vasos con chicha de ayrampo y de siete semillas que me servían y, luego, para aplaudir a las y los danzantes que representaron la trilla y al niño que quiere y aprende a ser un gala.

Danza de la trilla

Ritmo y baile. Sonar de tijeras. Voces en quechua que estremecen la plaza de 28 de Julio que ya se vistió de fiesta y tradición, de costumbre y jolgorio porque los comuneros de Ccaccasiri comparten con nosotros sus saberes, su gastronomía, su cultura. Somos uno más de ellos, al menos en gran parte de la jornada, porque cuando se arma el baile, ya no quiero ser pulpo, quiero ser un periodista invisible.

Wendy, nuestra compañera ‘rumbera’, no se “salva”, tampoco varios efectivas de la policía de turismo. A Diego -quien hace las tomas para los videos- y a este modesto escriba, nos protegen la cámara y la libreta de apuntes, respectivamente. No bailo, pero disfruto a mi manera, tomando notas y escribiendo este relato que aún no termina y que ahora se va hasta los cercanos senderos de Ranrapata.

Caminos de piedra -el principal va hasta Acoria, me dicen cuando estreno mis pasos en la vía histórica- recintos circulares que habrían sido espacios domésticos o lugares destinados para almacenar alimentos, también una kallanka en la parte central, donde los arqueólogos del proyecto hallaron ocho entierros y nueve individuos. De forma elíptica, el contexto funerario se hizo con lajas de piedra.

Ese fue uno de los hallazgos del proyecto de investigación planteado por la Dirección Desconcentrada de Cultura de Huancavelica y dirigido por el arqueólogo Nils Sulca Huarcaya, que en una conferencia ofrecida en Lima en junio de 2017, manifestó que en el sitio se identificaron “materiales culturales de la época huarpa, huari, chanka, huanca e inka” del periodo local e imperial.

Un lugar sagrado que recorremos con respeto, en compañía de los comuneros de Ccaccasiri, quienes otean el horizonte sinuoso desde la atalaya natural y estratégica en la que sus antepasados construyeron Ranrapata. Comparto sus visiones y sus esperanzas de que el turismo en un futuro no muy lejano se convierta en una actividad económica que les permita mejorar sus condiciones de vida.

Por eso nos recibieron con tanta algarabía y tantos deseos de mostrar lo suyo que, de una o muchas maneras, terminó siendo un poquito nuestro, porque después de conocernos, compartir y conversar, dejamos de sentirnos forasteros y aparecieron las ganas de quedarnos. Era imposible. La ciudad nos esperaba para ser el punto de partida hacia otras comunidades, otras historias, otros rumbos vivenciales.

Morteros en piedra del maestro Luciano Cárdenas

En Rumbo

El viaje: desde Lima hasta Huancavelica por transportes Oropesa (www.oropesa.pe). Tiempo: 10 horas. Ruta: Lima-San Clemente (Pisco)-Huaytará-Huancavelica. De Huancavelica a Ccaccasiri: 1h:30 min. aproximadamente.

Cuándo ir: se recomienda visitar Ccaccasiri en la época seca (mayo-octubre).

Altura: el centro de comunidad se encuentra a 3565 m.s.n.m., aproximadamente

Ir y volver: por su cercanía a la ciudad de Huancavelica este circuito puede desarrollarse en un solo día.

Elegida: Primitiva Cárdenas Quispe es la primera mujer en ocupar la presidencia de la comunidad. Ella fue electa democráticamente.

Decisión: las autoridades de Ccaccasiri esperan que se desarrolle el turismo en su comunidad, de una forma organizada y respetuosa de su cultura y costumbres.

Más que ollas: el maestro Luciano Cárdenas elabora morteros con piedras negras llamadas alaimosca. Estos tienen forma de búhos, pescados, tortugas, ranas y toros. La realización de cada pieza le demora entre dos a cuatro días.

Sueño: el maestro Cárdenas anhela que en un futuro no muy lejanos muchos paisanos vuelvan a fabricar ollas.

Apodo: mancayute (creador de ollas) les dicen a los pobladores de Ccaccasiri a manera de burla.

Cita: la información sobre la conferencia del arqueólogo Nils Sulca Huarcaya fue tomada del blog Visión de Percy

Agradecimientos:

Gobierno Regional de Huancavelica.

Dirección Regional de Comercio Exterior, Turismo y Artesanía de Huancavelica

Municipalidad del Centro Poblado de Ccaccasiri y a la Comunidad de Ccaccasiri

Policía de Turismo de Huancavelica.

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