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“Morochucos. Cabalgando en el tiempo.” La exposición gráfica de Antonio Martínez sobre los legendarios jinetes andinos

La eterna relación que une al humano con la naturaleza, hoy en día, puede sonar a un mito distante de nuestra realidad, pero no es así. Morochucos, cabalgando en el tiempo es una muestra de fotografías hechas por Antonio Martínez que reúnen el sentido de vida de todo un pueblo que encuentra su razón de ser en la complementariedad con la naturaleza, donde el hombre y el caballo coexisten en equilibrio. 

Foto: Antonio Martínez

«Hay un elemento que engrandece aún más la relación profunda, de siglos, entre el humano y el caballo: el paisaje; o, dicho de otra manera, las amplias extensiones de libertad que impulsan a ambos a correr por el placer de hacerlo, a velocidad, unidos esencialmente casi hasta formar un solo ser mitológico. Los Morochucos no se entienden sin esa relación», escribe Fietta Jarque, célebre escritora y crítica de arte peruana, en el texto de presentación de la exposición. Milenios atrás el hombre creó una conexión con estos animales, no solamente han sido valorados por su fuerza muscular, velocidad e inteligencia, sino porque el ecuestre es capaz de compenetrarse con su amo, a tal punto de crear un vínculo casi simbiótico.  

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Apasionado por los caballos desde muy pequeño, Antonio emprende un viaje hacia Ayacucho, con el anhelo de hacer visible el mundo interior de todo un pueblo. «Son casi 4 años de viajes constantes a Pampacangallo, yo no quería solamente fotografiar e irme, lo que yo buscaba era integrarme, estrechar un lazo que no se rompa con los años, me siento parte de ellos», comenta.

Foto: Antonio Martínez
Foto: Antonio Martínez

Bajo un brillante celaje, a casi dos horas de la Plaza Mayor de Huamanga, está la tierra de los Morochucos, este mítico lugar, ubicado en Pampacangallo, Ayacucho, es el escenario de muchos años de historia y bagaje cultural, según algunos historiadores, estos caballeros serían los descendientes de las tropas de Diego de Almagro, ‘El Mozo’ y estuvieron presentes a nivel militar como fuerzas de caballería para lograr la independencia de nuestro país. Los aguerridos jinetes quechuahablantes conviven con la herencia que les dejó el correr de los siglos: el caballo Morochuco. A diferencia del caballo de paso peruano, el equino andino, es más chico, robusto, fuerte y tiene pelo corto. Su alimentación no es la habitual, lo hace de avena, cebada y del pasto del altiplano: el ichu. Con el tiempo, toma sus propias características adaptadas a los 3300 metros de altura.

Foto: Antonio Martínez
Foto: Antonio Martínez

Cuando fotografiamos, buscamos convertir un pensamiento o una emoción en realidad, es la única manera de ver, tocar y recordar nuestro mundo interior. Antonio Martínez, se une al mundo de los Morochucos haciendo visible lo invisible:  «Es el fotógrafo que está ahí y participa de esas vivencias materializando su mirada a través de la fotografía. Así, deja una crónica que respira el mismo aire, que vuela a la misma velocidad, que nos hace participes a los espectadores de sus imágenes hasta cerrar el círculo de la experiencia», expone Fietta Jarque. 

«Estas 33 fotos son la primera muestra de visibilidad, no es el final, quiero que el caballo Morochuco sea patrimonio de la nación, – dice Martínez quien tiene en mente poder hacer un documental con todo el material recopilado en estos años-, Ahora lo que me apasiona es la cultura Morochuco, son personas orgullosas de ser peruanos y espero llevar la muestra para Ayacucho«, añade.

La mayoría de las fotografías que se muestran en la exposición están hechas en blanco y negro porque Antonio era un fotógrafo de rollos, estaba acostumbrado a trabajar en su propio laboratorio. La técnica del uso de grises permite contrastar matices y transmite a través del uso de sombras la sensación de antigüedad y nostalgia. Aparte, la curaduría de las fotos, hecha por Maricel Delgado, crea una conexión perfecta entre las piezas para contar esta memoria.

Foto: Antonio Martínez

Toda la muestra une la tradición del pueblo con la bravura de los equinos en medio de un cielo poderoso que parece no tener fin. Paisajes de la pampa, carreras al aire libre, velocidad al compás del viento y retratos a los hombres de la comunidad, son algunas de las fotografías que acompañan la exposición. Los hilos que unen a Antonio y a los Morochucos son invisibles e inquebrantables, mezclar sus dos pasiones: los caballos y la fotografía le llevó a crear una familia no sanguínea que lo adoptan como suyo y acogen para compartir experiencias que están grabadas en el alma, junto a ellos, codo a codo, logró capturar la esencia de la pampa y mostrarnos a través de su lente pequeños pedazos de tiempo, cuando oía su historia, pensaba que se trataba de una reminiscencia. 

 

 

La exposición estará hasta el 17 de marzo en el Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, ubicado en Jr. Sánchez Cerro 2121, Jesús María. El horario va desde las 9 horas hasta las 21 horas de lunes a sábado y el ingreso es libre. 

 

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