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Cultura

Quinta Heeren: Una huella arquitectónica que se resiste a desaparecer

En medio de una zona que ya no está presente en el paso de los viajeros, se encuentra una verdadera joya arquitectónica, que además de reflejar aún los aires de su belleza primaria, guarda interesantes datos sobre la forma en la que vivió la sociedad limeña en el siglo pasado

Por Delia Ochoa 

Es en Jirón Junín 1201 Cercado de Lima, justo en la zona de Barrios Altos en donde se encuentra la Quinta Hereen. Un complejo de propiedades que se reconoce hoy día como el primer condominio de la ciudad de Lima, y que años atrás fue un lugar que propició el encuentro de culturas y acogió a extranjeros.

Este espacio de unas cuatro hectáreas de extensión está situado sobre los vestigios de adoratorios indígenas de tiempos prehispánicos, de acuerdo a hallazgos arqueológicos. Su epicentro “la huerta de los remedios” fue propiedad del Convento de Mercedarias, y con el paso de los años, el lugar terminó siendo propiedad de un italiano de nombre Pietro Denegri.

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Es en 1885 cuando el ingeniero alemán Oskar Augusto Heeren compra el sitio y comienza hacia 1890 la construcción de un conjunto de residencias de estilo neoclásico que evoca a la vieja Europa, dándole la identidad arquitectónica y el nombre por el cual es conocida.

A inicios del siglo XIX la Quinta Heeren vive su etapa de mayor esplendor. Era uno de los lugares más exclusivos de Lima, congregando entre 1901 y 1920 a algunas de las familias más sobresalientes de la sociedad y personalidades diplomáticas que hacían vida en las embajadas de países como Alemania, Estados Unidos, Francia y Bélgica.

La última legión de diplomáticos en acomodarse en las viviendas del conjunto provino de Japón, permaneciendo durante la tercera y cuarta década del siglo. Esta comunidad y su cultura tuvieron un impacto importante en lo que fue la Quinta Heeren.

De acuerdo a algunos historiadores, el mismo Oskar Heeren trajo a jardineros desde el Japón, quienes tuvieron la misión de recrear y embellecer las áreas verdes de la Quinta, emulando el paisaje de los jardines del oriente.

Es por relación de patrimonios y herencias conyugales que el condominio llega a ser propiedad de los descendientes de la familia del expresidente José Pardo y Barreda, quien contrajo matrimonio con la hija de Oskar Heeren, doña Carmen Heeren Barreda, conservando hasta hoy su titularidad.

Descubra lo que hay tras las paredes de la Quinta Heeren

Referida por la historia oral como un lugar misterioso, la Quinta Heeren ha conservado entre sus paredes algunos mitos o leyendas urbanas. Se dice, entre otras cosas, que el terreno puede ser parte de las propiedades y tesoros de Catalina Huanca; y que aún deambulan animales exóticos que alguna vez fueron parte de un zoológico que hubo dentro del complejo.

 

También se han popularizado versiones de transeúntes que atestiguan apariciones de fantasmas y lamentos que se escuchan por las noches desde los ventanales de algunos de los inmuebles que conforman este condominio.
Lo que sí ha quedado documentado como un hecho real es la historia del Japonés Seiguma Kitsutani quien vivía en la Quinta y era una figura destacada de la comunidad. Este personaje dedicado al comercio tenía deudas económicas y sentía que su nombre estaba manchado. Luego de pagar sus cuentas, decide quitarse la vida para limpiar su nombre y el de sus hijos, siguiendo un ritual conocido como bushido, del cual era seguidor por ser descendiente de samurais.

Una verdad que no puede ocultarse

Deterioro. Los espacios de la Quinta Hereen exhiben el castigo del paso del tiempo y el desinterés de las autoridades.
Hacia finales del siglo XX las familias que ocupaban este espacio se desplazaron hacia otros distritos mucho más prominentes de Lima, y el complejo comenzó a ser ocupado por familias que se alojaron allí en condiciones paupérrimas.

En 1996 la familia Pardo, inicia una serie de procesos legales para conseguir su desalojo y diez años más tarde se produce la desocupación. Desde entonces, no habita allí ninguna familia.
Pese al esfuerzo de algunos grupos de interesados, principalmente vinculados con la cultura y el rescate del patrimonio, estas casonas no escapan a la realidad que hoy caracteriza a la zona de Barrios Altos que luce desatendida y peligrosa.

Algunas iniciativas de recorridos turísticos nocturnos, tertulias culturales y música criolla de forma independiente avivan una que otra vez un calendario que lleva a viajeros y locales a descubrir esta joya arquitectónica que se mantiene en pie.

Sin embargo, no hay hasta el momento un plan de preservación de la Quinta Heeren que cuente con la acción mancomunada de autoridades, sector privado, propietarios y vecinos de la zona. Tal vez esté por desvanecerse una oportunidad única de agregar un hito de interés turístico a una ciudad tan llena de contrastes como lo es nuestra capital.

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