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Explora la vida de los incas más allá de Machu Picchu en esta ruta sudamericana

  • Descubre una ruta de senderismo única en el mundo entre picos andinos, ruinas antiguas y sin multitudes en este camino de piedra de 30 000 kilómetros desde Colombia a Argentina.

Fotos:  OF SA EXPEDITIONS

El único camino inca del que la mayoría de la gente ha oído hablar es el de 41 kilómetros que va desde Piscacucho (cerca de Cuzco, Perú) hasta las ruinas de Machu Picchu. Es uno de los recorridos más emblemáticos del planeta y atrae a unos 25 000 excursionistas cada año. Mientras tanto, los senderos de la gran red del Qhapaq Ñan han pasado en gran medida desapercibidos, sin uso y sin protección.

Pero no por ello son menos espectaculares o significativos, lo que hace que los recientes esfuerzos para desarrollar y conservar las áreas alrededor de los senderos empedrados del Qhapaq Ñan sean tan importantes. Esta extraordinaria hazaña de ingeniería preindustrial permitió a los incas comunicarse, intercambiar bienes y consolidar su poder durante el apogeo del imperio a finales del siglo XV. En esa época, el sistema de carreteras abarcaba casi 30 000 kilómetros, atravesando las selvas húmedas, las salinas desecadas y las dentadas cumbres andinas entre la actual Colombia, al norte, y Chile y Argentina, al sur.

La erosionada ruta comercial sigue siendo una singular aventura que funde ruinas de antiguas ciudades con campos de patatas sembrados en terrazas por los agricultores modernos, que pasan al galope a caballo, con ponchos de lana ondeando al viento. En 2014, la Unesco reconoció el Qhapaq Ñan como Patrimonio de la Humanidad, consolidando años de investigación del investigador peruano Ricardo Espinosa.

Ahora se está produciendo un impulso dentro de Perú (que posee la mayor parte de la ruta) para preservar, restaurar y añadir valor para impulsar el desarrollo rural y diversificar el turismo lejos de Machu Picchu, que se saturó tanto en 2019 que el Gobierno promulgó un sistema de entrada programada para controlar sus 5000 visitantes diarios.

Exploradores, arqueólogos y antropólogos han recorrido el Qhapaq Ñan en los últimos años para identificar tramos de caminos de piedra contiguos, en busca de comunidades que puedan desarrollarse, así como de ruinas que necesiten conservación. Están surgiendo rutas turísticas a lo largo del corredor principal de la red (conocido como el Gran Camino Inca) que va desde Cuenca (Ecuador), en el norte, hasta Cuzco (Perú), en el sur. El plan es ayudar a salvar una antigua carretera situándola bajo una nueva luz.

Los esfuerzos en torno al Qhapaq Ñan podrían ofrecer una alternativa viable a las excursiones centradas en Machu Picchu, así como ampliar el alcance de la economía turística (y el potencial de desarrollo sostenible) a nuevas regiones.

Una obra maestra que consolidó un imperio


Más que un simple camino, el Qhapaq Ñan era como una carta de navegación para administrar un imperio. Los incas lo construyeron (en muchos casos, sobre caminos ya existentes) con una serie de estructuras de piedra separadas por unos nueve kilómetros. Llamados tambos, eran moteles, puestos de control militar y centros de abastecimiento, todo en uno.

John Leivers, explorador australiano e investigador de la historia andina que ha recorrido tramos del Qhapaq Ñan desde 1994, elogia la eficacia de sus senderos. «Ellos [los incas] lo perfeccionaron todo, desde las longitudes hasta los ángulos, las altitudes, los pasos y las pendientes», dice. «No se puede pedir una ruta mejor del punto A al punto B».

Construido sobre las espaldas de los hombres incas que realizaban la mit’a, o servicio público obligatorio, el Qhapaq Ñan atraviesa uno de los terrenos más extremos del mundo, incluido el desierto no polar más seco de la tierra (el Atacama) y algunos de los picos más altos más allá del Himalaya. Sin embargo, rara vez se dirige directamente hacia arriba o hacia abajo, sorteando los obstáculos geográficos (montañas, valles fluviales) de manera que grupos de soldados o caravanas de llamas pudieran abordarlo fácilmente, caminando de tambo en tambo.

«Los incas construyeron los caminos en lugares muy altos, porque cuanto más alto se va en los Andes, menos barrancos hay que cruzar y menos molestias hay», explica Leivers. «También hay más manantiales, lagos y agua».

Los tramos de mayor altitud que atraviesan el centro de Perú (entre 3352 y 4500 metros, detrás de los picos siempre nevados de la Cordillera Huayhuash y la Cordillera Blanca) son los mejor conservados, dice Leivers, debido a su relativo aislamiento y a los pequeños núcleos de población. Sin embargo, incluso aquí, los aldeanos han retirado piedras de los caminos para crear corrales para los animales o bases para las casas de adobe. Las empresas mineras también han pavimentado secciones del Qhapaq Ñan para construir carreteras de acceso, a pesar de que la legislación peruana salvaguarda el patrimonio de la nación.

¿Podrá el turismo salvar el Qhapaq Ñan?


Nick Stanziano, cofundador y director general de la empresa de aventura SA Expeditions, con sede en Lima, considera que el ecoturismo es la mejor manera de combatir el rápido deterioro de la ruta. Después de estudiar mapas antiguos, consultar textos centenarios y preguntar a investigadores peruanos, partió con Leivers en una serie de expediciones a partir de 2017. ¿El objetivo? Desarrollar el turismo de aventura en el Qhapaq Ñan evaluando los mejores senderos, abriéndolos a los excursionistas y reuniendo los equipos de apoyo (cocineros, guías de montaña y cuidadores de llamas) necesarios para gestionar los viajes en los altos Andes.

Stanziano centró sus esfuerzos en el Gran Camino Inca, la principal columna vertebral peruana de la red del Qhapaq Ñan. Es el camino más monumental que queda en pie, y tiene el tipo de valor estético necesario para desarrollar el turismo.

«Es la mayor carretera preindustrial que existe hoy en día, y se encuentra en un lugar que ha sido olvidado por el mundo industrial», dice Stanziano. «Así que tiene que haber algunos incentivos económicos para preservarlo, y creo que esa clase de turismo es el mejor que se puede ofrecer a esta región, que necesita urgentemente un desarrollo más humano».

El libro electrónico de Stanziano documenta 220 días en el Qhapaq Ñan, y defiende que los casi 3000 kilómetros del Gran Camino Inca podrían convertirse en una ruta turística épica similar al Pacific Crest Trail, junto al que creció en el norte de California. Por ahora, se centra en un tramo de unos 160 kilómetros en el centro, ofreciendo excursiones de cinco días de 80 kilómetros al norte y al sur de Huánuco Pampa, situado a unos 442 kilómetros al noreste de Lima.

Operadores turísticos peruanos como Apumayo Expediciones y Lima Tours han seguido su ejemplo con recorridos similares; empresas internacionales más grandes, como Intrepid, planean lanzar rutas en 2023, ayudando a guiar a los excursionistas aventureros a través de este terreno de gran altitud, donde las temperaturas en la temporada alta de invierno (de mayo a septiembre) pueden oscilar entre los 15 grados con un sol abrasador y temperaturas bajo cero con heladas.

La mayoría de los viajes implican acampar cerca de los tambos o pueblos, o en las granjas de las familias que se encuentran en el camino, inyectando dinero en la economía local a través de las tarifas de acampada, la compra de alimentos y el acceso a las ruinas.

El futuro está en estos caminos

El pueblo de Huánuco Pampa ofrece el mejor ejemplo de cómo la industria turística, el Ministerio de Cultura de Perú, los donantes extranjeros y las comunidades locales están trabajando juntos para preservar el Qhapaq Ñan y mostrarlo a los extranjeros. Gracias en parte a una subvención de 100 000 dólares (unos 100 000 euros) de la Embajada de Estados Unidos en 2018, los arqueólogos están restaurando las ruinas de un gran centro administrativo aquí, que incluye un templo inca, un ushnu (estructura ceremonial) en terrazas y altísimas qollqas (almacenes) construidas entre 1460 y 1539.

Esto ha atraído a los turistas, que se quedan en el lugar gracias a un nuevo camping con instalaciones de restauración y visitas guiadas, todo ello proporcionado por una cooperativa de turismo dirigida por 20 residentes de la comunidad cercana de Aguaymiro.

«Tenemos el privilegio de contar con un legado tan poderoso en Perú, pero no siempre lo reconocemos ni las formas en que podemos transformarlo en oportunidades de desarrollo para las comunidades rurales», explica Carla Córdova, especialista del Ministerio de Cultura de Perú que ayudó a formar la cooperativa Huánuco Pampa en 2017. Para que las comunidades inviertan en la conservación, añade, primero deben ver algunos beneficios tangibles.

José Valverde, miembro de la cooperativa, dice que se sorprendió de que Huánuco Pampa pudiera «atraer a los extranjeros al igual que Cusco». Les ofrece visitas guiadas a las ruinas y prepara abundantes comidas de pachamanca, en las que las carnes y las patatas se cocinan en un horno de tierra sobre piedras calientes. «Nosotros, como comunidad, tenemos que darnos cuenta de que, con el turismo, también podemos ganarnos la vida», dice. «No nos va tan bien sólo con la agricultura».

Hay siete sitios como Huánuco Pampa a lo largo de las porciones peruanas del Qhapaq Ñan que ahora tienen equipos del Ministerio de Cultura trabajando en la investigación, la conservación y la divulgación comunitaria. Esto hace que Stanziano tenga la esperanza de que, en la próxima década, los tramos clave del Gran Camino Inca puedan ver pasar uno o dos grupos cada día, con una variedad de empresas que compren alimentos a los agricultores locales, acampen en sus tierras y creen nuevas oportunidades económicas a su paso.

«Perú tiene que pensar en lo que va a ser el turismo dentro de 20 años», dice. «Y creo que el futuro está en estas carreteras».

Planificación del viaje

Cómo llegar: Para llegar a Huánuco Pampa, hay que hacer un viaje de ocho horas en autobús (que cuesta unos 10 euros) desde Lima hasta La Unión, el pueblo más cercano, y contratar un taxi rápido hasta las ruinas. Otra opción es que empresas de viajes como SA Expeditions ofrezcan traslados desde Lima en las excursiones reservadas.

Qué esperar: Las caminatas a lo largo del centro del Gran Camino Inca tienen un promedio de 14 a 20 kilómetros, dependiendo de la longitud del viaje. Esto puede ser bastante agotador debido a la gran altitud. No hay zonas de acampada más allá de Huánuco Pampa, por lo que la mayoría de los excursionistas colocan sus tiendas cerca de los tambos o en granjas familiares (ambas normalmente junto a agua dulce), pagando una cuota informal de unos pocos dólares por persona a la comunidad local. Basta con un dominio básico del español para comunicarse. Las temperaturas pueden descender por debajo del punto de congelación por la noche, pero suele hacer sol y primavera durante el día.

Reservar una excursión: El Gran Camino Inca es, en general, fácil de recorrer (¡busca las piedras!), pero dada la altitud y la lejanía, la mayoría de los visitantes optan por llevar llamas para transportar las provisiones, así como cocineros para buscar y preparar las comidas. Un paquete turístico completo de ocho días desde Lima, con traslados, guías, equipo, cocineros, llamas y hoteles en ambos extremos, cuesta unos 5000 euros por persona.

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