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Ambiente

Marañón sin represas

¿Por qué debemos evitar la construcción de megarepresas con fines hidroeléctricos en el río Marañón? ¿Cuáles serían las consecuencias para la biodiversidad? ¿Por qué el riesgo de estas construcciones sigue latente? . Reproducimos este articulo sobre el potencial impacto que las represas generan en los Andes y que superan los beneficios, según la opinión de organizaciones dedicadas a la Conservación

Por Christel Scheske Conservamos por Naturaleza

Hace casi diez años, los proyectos de centrales hidroeléctricas con megarepresas Chadín 2, de Odebrecht, y Veracruz, de Enel, fueron planificados en el gran río Marañón. Hoy se encuentran paralizados por enfrentarse con una serie de problemas legales detallados en un análisis de la SPDA.

En este momento, el Perú cuenta con una sobreoferta de energía eléctrica, por la cual la construcción de estas represas ha dejado de ser comercialmente viable. Además, el costo de tecnologías alternativas como la energía solar y eólica ha bajado tanto que ahora representan mejores opciones para el desarrollo energético del Perú, con mucho menor impacto socioambiental que las megarepresas. Sin embargo, el Gobierno peruano aún mantiene las concesiones activas de los proyectos Chadín 2 y Veracruz, y nada impide que se puedan otorgar nuevas concesiones en el río. Lo más preocupante es que la instalación de megarepresas en el río Marañón no solo es innecesaria a estas alturas sino que, además, será un desastre socioambiental cuyas consecuencias afectarán no solo a dicha cuenca sino a toda la Amazonía baja. 

La Amazonía, la selva más grande del mundo, depende del agua que baja desde los Andes, y el Marañón es uno de los ríos más importantes que generan esta conexión. En su recorrido de 1800 kilómetros desde las montañas, que atraviesa seis departamentos del Perú, el río juega un rol clave para mantener la biodiversidad y el bienestar de las comunidades ribereñas (Anderson et al., 2018). Con una red fluvial de 61 619 km, en la que se incluye el río principal y sus tributarios, el río Marañón es la fuente hidrológica principal del gran río Amazonas (Contos & Tripcevich, 2014). En la actualidad, el Marañón aún tiene un alto nivel de conectividad que alcanza el 93.7%, es decir que, en la mayor parte de su recorrido, el río fluye libremente, sin interrupciones, lo que le permite garantizar la conectividad entre los Andes y la Amazonía. 

Un peligro para la gran llanura aluvial de la cuenca amazónica

De los Andes proviene un 90% de los sedimentos y nutrientes para la cuenca amazónica, que alimentan a la llanura aluvial y los bosques inundados y otros humedales en un área de más de 10 millones de hectáreas (Latrubesse et al. 2017). El Marañón controla procesos importantes como la formación de playas y llanuras, e incluso miles de hectáreas usadas para fines agrícolas. Dentro de este paisaje se encuentra uno de los tesoros naturales más importantes del Perú:  la Reserva Nacional Pacaya Samiria, que supera las dos millones de hectáreas, una gran planicie de selva baja aluvial e inundable, con sus diversas islas, caños y cochas. Aquí se albergan más de 1025 especies de vertebrados, como el manatí, el delfín rosado, el delfín gris y el jaguar, además de 449 especies de aves.

Estos paisajes no son solamente una joya de la biodiversidad: los diversos ecosistemas de la gran llanura aluvial de la Amazonía generan hasta dos tercios del ingreso para familias rurales de la cuenca, quienes dependen de los peces, productos no maderables como el acai y aguaje, y maderas como de la capirona y cedro (Macedo & Castello, 2015). Las megarepresas se convertirían en obstáculos para el curso de los sedimentos e interrumpirán los pulsos naturales de inundación, lo que arriesgaría la riqueza natural de la cual dependen miles de familias.

Migración de peces

La construcción de represas en el río Marañón podría resultar en una reducción de población —y en algunos casos, la desaparición completa— de especies de peces que interrumpirían procesos de su ciclo de vida. Además, los impactos sociales serían fuertes para aquellos que pescan en el río Marañón: por ejemplo, las comunidades awajún cercanas al Pongo de Manseriche consumen diariamente un aproximado de 500 gramos de pescado por persona (Wildlife Conservation Society, 2015).

En el Cañón del Marañón, donde se construirán las megarepresas, se encuentran unas 600 especies de peces, casi el doble de la cantidad de especies que se encuentran en toda la Unión Europea (Anderson et al. 2018; Freyhofe & Brooks, 2011). Ya que las represas se construirán en una zona trópica, crearían grandes áreas de agua estancada y eutrófica (Gunkel, 2009), con zonas inhabitables para las especies que, en miles de años, se han adaptado a las fuertes corrientes del río Marañón (Anderson et al. 2018).

Río abajo, la cuenca amazónica es la cuenca de agua dulce más grande y diversa del mundo, con 2411 especies de peces descubiertas hasta ahora, de las cuales casi la mitad son especies endémicas (Reis et al., 2016). Las represas serían barreras insuperables para los peces que necesitan poder desplazarse libremente entre los Andes y la Amazonía para diversas etapas de sus vidas, como el desove. Para muchas especies de bagres, por ejemplo, los adultos nadan a las aguas andinas en la época de lluvias, desovando en las alturas y dejando que los huevos y las larvas viajan a la Amazonía con la corriente, donde las cochas y los bosques inundados de la selva baja sirven como criaderos para los pequeños peces (Cañas & Pine, 2011).

Lo que debe hacer el Gobierno peruano

A pesar de la amplia literatura científica sobre el rol clave que cumple el río Marañón para la Amazonía, esta no fue considerada por los estudios de impacto ambiental de las megarepresas Veracruz y Chadín 2. Lo más grave de esta omisión es que no se consideraron las afectaciones de las represas a las zonas de río abajo por interrumpir el flujo de sedimentos y rutas de migración de peces. 

El Ministerio del Ambiente (Minam) debe diseñar una metodología para evaluar los impactos acumulativos y sinérgicos que tendrían múltiples centrales hidroeléctricas en la misma cuenca. Además, el Minam, el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego, y el Ministerio de Energía y Minas, deben incorporar medidas para monitorear y analizar el flujo de sedimentos y cómo se impacta por represas y otros proyectos de infraestructura.

Este artículo se ha concentrado en el impacto que tendrían las megarepresas Chadín 2 y Veracruz en la conectividad entre Andes y Amazonía. No obstante, la problemática de estas construcciones tiene muchas más aristas, que involucran, entre otros, casos de corrupción, diversos aspectos legales y problemas en los procesos de consulta previa con las comunidades locales. La SPDA ha desarrollado una serie de propuestas de reformas políticas y acciones que considera importantes para mejorar los estándares ambientales y sociales para futuros proyectos ejecutables en los ríos que conectan los Andes y la Amazonía. Con estándares más exigentes, se evitará que nuevamente se promuevan proyectos cuya falta de beneficios económicos claros para el Perú no justifica los grandes daños socioambientales que implicaría. 

Para el 2022 y 2023, ambas megarepresas ya deberían estar generando electricidad. Sin embargo, no podrán cumplir con esa obligación: los proyectos no cuentan con certificación ambiental vigente y su construcción ni siquiera ha empezado.

El Gobierno Peruano tendrá que caducar esos contratos pero… ¿aprovechará la oportunidad para diseñar un futuro del cañón del Marañón que no implique represarlo?, ¿desplazará a miles de personas?, ¿pondrá en riesgo el balance de toda la cuenca amazónica?

En rumbo : 

El documental del Rugir del dirigido Dana Bonilla y Bruno Monteferri, narran la lucha de las comunidades de la zona aledaña al río Marañón, entre las regiones Cajamarca y Amazonas, frente a los proyectos de construcción de las megarepresas Chadín II y Veracruz, que ya no cuentan con certificaciones ambientales vigentes.

+Info: https://conservamos.org/rioslibres/

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