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San Luis, el delirio del sabor

Religiosidad. Santa Efigenia es la patrona de San Luis. Foto: Municipalidad de San Luis

En Cañete hay un lugar que vio nacer a innumerables personajes afroperuanos que han influido en la escena artística nacional. Conozca el distrito de San Luis donde las calles tienen ritmo y color.

Tienen la piel tostada, el cabello como un enjambre de pequeños resortes y, cuando los ves pasar, lo hacen con el ‘tumbao’ que tienen los guapos al caminar, como reza aquella salsa. San Luis, ‘Cuna y Capital del Arte Negro en el Perú’, tiene todos los ingredientes para sazonar la estancia de cualquier turista que pise la tierra de Héctor Chumpitaz, el capitán de América.

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Calles en las que el tiempo anda con pereza, casas coloridas y chatas, plazas y parques en los que juguetea la juventud. Aquí, los mototaxis, los puestos de cebiche al paso y las vecinos parados en sus puertas o charlando a la intemperie, le dan a San Luis ese matiz que solo tienen los barrios de verdad: derrochan estilo, tienen identidad propia.

Pero tú no eres así. No tienes su sabrosura. Ellos lo saben, como también saben y reconocen su origen. Ellos son descendientes de esclavos y se sienten orgullosos de ello. Y han escrito poemas (décimas), han compuesto canciones y bailan recordando ese pasado de explotación.

Y como si fuese una broma, sus potajes son soberbiamente cromáticos: el picante maleño, frijoles con tuca, sopa seca, y los camarones hechos en diversas presentaciones, entre otras delicias con las que es mejor dejar de fantasear.

Los catorce del Gallo

Dicen que cuando Francisco Pizarro inició la conquista del Tawantinsuyo, no fueron trece, sino catorce los que pasaron la raya que trazó para continuar su misión ‘descubridora’. Entre los llamados ‘trece caballeros de la isla del Gallo’ no se habría contado a un negro de Guinea. Cuando este pisó la costa del Perú, los habitantes trajeron abundante agua para tratar de borrar la coloración oscura de su piel.

Mucha agua ha corrido desde entonces en San Luis, distrito que engendró al padre de la criollísima Lucila Campos, la ‘Reina de las polladas’. Acá la gente también la recuerda -ella falleció en diciembre de 2016- como la mujer que le dedicó una canción a un trago exótico de origen afroperuano que, según los cañetanos, es más fuerte que el mismo pisco. Por eso, el negro se pone guarapo cuando toma chinchiví.

También está Arturo ‘Zambo’ Cavero, uno de los representantes más influyentes de la música criolla en el país, cuya madre es natural de San Luis.

Recuerdo deportivo: Eliminatorias para el Mundial Argentina 78, partido contra Chile en Santiago. A los camerinos ingresa el Zambo’ Cavero, Óscar Avilés y Augusto Polo Campos a entonar ese himno de identidad peruana llamado Contigo Perú.

Tras un gol de los mapuches en la etapa inicial, el equipo nacional lograría la igualdad en el segundo tiempo. Nunca se habría gritado un gol con tanta euforia en nuestra historia futbolística.  El resultado fue clave para llegar al mundial.

Los cañetanos procedentes de San Luis: Héctor Chumpitaz, Rodulfo Manzo y José Velásquez estaban entre las filas de la selección de ese entonces y más de la mitad del equipo peruano eran de raíces negras. Moraleja: el color y la música van de la mano.

Orgullosos de su color

En una encuesta realizada en 2014 por el Ministerio de Cultura para saber la situación socioeconómica de los afroperuanos, los encuestados terminaron dando cátedra a quienes los entrevistaban. Ellos y ellas revelarían que prácticamente el 100 por ciento se sentían orgullosos de sus raíces afroperuanas.  

Victoria Santa Cruz, una experta en la materia, es la mejor para hablar del tema. Ella señaló en una entrevista la importancia del obstáculo para conocernos a nosotros mismos. Y nadie se conoce tanto como los afroperuanos, sabiendo que han vivido casi toda su historia bajo la discriminación como traba. En San Luis su pasado no los corroe y su piel no les resta: los subraya.

Si nuestro carácter tuviese una jerarquía económica, ellos estarían en la cima del poder. Y si el negro fuese un color, sería el favorito de todos. Pero como la vida no sabe de pigmentos, seguimos así.

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