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Las guerras secretas: La historia de cuando wampis y awajúns pelearon por una catarata sagrada

Los bosques de la provincia de Condorcanqui en la región Amazonas, aun guardan su aspecto prístino, como en un cuento. Foto: Lenin Quevedo

Por Lenin Quevedo

En medio de una noche sin luces artificiales, con un cielo que retumba como el manguaré, que se ilumina de rato en rato para darnos pistas de la realidad, cuando las palabras, a la luz de la alcuza parece que vibraran tanto como el trueno, llega hasta mí Esli Yagkuak Yampis; un hombre de contextura gruesa, voz cavernosa, de carácter orgulloso, para contarme los ecos de un tiempo en el que los días, los meses y los años no tenían medida.

Antes, los hombres awajún solían ponerse nombres que imitaban a los latidos de la naturaleza. Así los apellidos de Esli significan Yagkuak, estrella polar y Yampis, paloma del monte. “Antes no teníamos apellidos, solo nombres, pero en los años sesenta, llegaron los apash (mestizos) y usaron nuestros nombres como apellidos”, refiere Esli. Así, la sonoridad de los títulos es majestuosa, como Dawa, Mamasa, Wisum, Dasem, Pape, Petsa, Uwek, Antuntsai, etc. Y así de bello es también el idioma.

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En medio de la oscuridad de esta selva, bajo la música de todo lo que habita con voz o sonido en el bosque, Esli inicia un relato que en todo tambo se repite de vez en vez y que es absolutamente ignorado para el precario occidente en el que vivimos.

Awajúns y wampis provienen de la raíz cultural jíbara. Foto: Lenin Quevedo

Todo empezó por el territorio, porque los wampis quisieron apropiarse de un lugar sagrado. Mis antepasados llegaron hasta el bosque de Tuntanaim en lengua awajún, Tuntaneim en lengua wampi; para realizar sus rituales en la cascada de Tsawantus en lengua awajún, Tsawantas en lengua wampi, la cascada más alta de nuestro bosque, cuyo significado es “aquella que puedes ver desde lejos”, pues allí se encontraban los ajutaps, esos guerreros que vienen a la tierra para otorgarnos poder y conocimiento, en los días en los que el cielo brilla y bulle, guiados por el poder de kakaram, acompañados del datem (ayahuasca), esa planta que nos ayuda a conectarnos con todas las cosas del ikam (manto verde) y también de arriba, en donde Apajui (Dios) gobierna el camino de Iwanchi jinti (vía láctea).

Llegó el momento en que los wampis, agazapados en medio del bosque, vieron a los míos hacer su campamento cerca de la cascada. Esperaron que se emborrachen con el datem y atacaron a medianoche. Ellos son tan salvajes como nosotros; por eso a nadie sorprendió que a todos les cortaran el cuello, se bañaran en su sangre y luego, cogieran a los líderes, les cortaran la cabeza de un tajo y se prepararon para reducirlas. Sí, solo a los líderes se les reduce la cabeza.

Al poco tiempo, un niño que escapó de la matanza, dio aviso a los awajún. Hubo un tiempo de llanto muy corto, porque había que cobrar venganza. ¿Cómo ante los ojos de ajutap les habían hecho esto? ¿Cómo sobre el ikam habían asesinado sin pena? Se unieron varios clanes furiosos en menos de una luna y prepararon un ejército para acabar con los asesinos.

Awajuns. Foto: Gabriel Herrera

Aún no acababan de celebrar, de tomar mazato, aún las cabezas no habían sido reducidas por completo (se necesitan entre tres y cinco lunas para eso), cuando los wampis fueron atacados por los awajún, de noche, mientras dormían la borrachera de la que nunca despertaron.

Muchos clanes de wampis fueron azotados por los guerreros awajún durante mucho tiempo, hasta cuando la paz llegó de una forma inesperada: La guerra peruano ecuatoriana. Fue en 1941, así se calcula, en que soldados, no se sabe exactamente de qué bando, interceptaron una refriega.

Es que aún se creía que nosotros los infieles no teníamos alma, que estaban matando a un montón de yugkipáks (sajinos) del monte. Así mataron a cientos de nuestros hermanos wampis y awajún y tal fue el hedor de la muerte que se extendió por todo el ikam, como un aviso de que la guerra entre clanes había acabado.

Hoy, la catarata Tsawantus se encuentra en la reserva de Tuntanaim, en la comunidad nativa Aintam de los wampis, lo que deja como conclusión que ninguna guerra sirve, cuando los designios de Apajui definen para quién va a servir una tierra.

Un pueblo que exige respeto

«Nuwa significa mujer en awajún. Esta es una joven en la comunidad nativa de shampuyacu. Foto: Lenin Quevedo

Así se libraron las grandes batallas de las naciones que sobreviven en medio de la selva del Amazonas, con su propia historia, sus propios muertos, héroes y sagrarios. Hoy me permito recoger este mensaje, para aquellos que empiezan a ver en la desgracia del presente de los pueblos awajún y wampis, un fundamento para explotarlos:

Todos repiten en todos los medios de comunicación, en la televisión que a veces vemos, que el 80% de los awajún estamos desnutridos, que el 100% de mi pueblo en Cenepa, tenemos el VIH. ¡Eso quiere decir que al 2050 ya no van a existir más awajúns! ¿Solo tenemos 50 años de contacto con occidente y ese es el resultado? Para acabar con la desnutrición vienen ONGs y programas estatales para sembrar zapallos, alverjas, frejoles, cosas que la gente acá no ha comido nunca. Nos llegan mollejas envasadas y no sabemos cómo se come eso. Les dan a los niños chispitas para mejorar su salud, pero acá no comen eso porque les da diarrea. A pesar de eso nos siguen dando lo mismo.

Parajes de la selva de Condorcanqui. Foto: Difusión

Sí, el 90% de los maestros son bilingües, pero en el sector salud, solo un 5% de la población entiende lo que les decimos. Por todo eso, viene UNICEF alentado por especialistas que nunca conocemos para botar plata. Estarán investigando, recogiendo información, qué será pues…

¿Qué piden los awajún? Ser tratados con respeto, no con pena, no con lamentos, porque ellos no son un pueblo derrotado. Que no vengan ONGs a decirles lo que piensan, sino que se los escuche directamente, sin que ideologías de izquierda o derecha (que no tienen sentido práctico en su forma de ver la vida), pretendan involucrarlos. Y sobre todo: RESPETO.

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