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Valle de los Volcanes: Una crónica de mellizos y nutrias desaparecidas

El Valle de los Volcanes fue el último destino que el equipo de Rumbo visitó en su reciente travesía en la región Arequipa. Esta crónica relata con pinceladas de reflexión y nostalgia, las vivencias en una zona geográfica de características únicas, y la inusual espera de una nutria de río en una laguna esplendorosa, en medio de un pasaje sediento y estéril.

Nutria, ¿dónde estás? No te escondas, por favor. Queremos verte. De lejos hemos venido hasta este refugio de aguas diáfanas. Paso a paso desde el pueblo y rogando para que no reviente el sol sobre nuestras cabezas. Tuvimos suerte. No calentó demasiado, aunque igual nos hizo sudar y presentir que el retorno sería aún más complicado… o tal vez no tanto si logramos encontrarte. ¡Eso nos animaría!

No te asustes ni desconfíes de nosotros. No vamos a hacerte daño. Solo tenemos curiosidad. Ya no hay muchas como tú. Eres una rareza en una laguna que aparece como un espejismo en medio de una geografía áspera y reseca. Tanto así que muchos desconocían o dudaban de tu existencia. Y es que te escondes, te ocultas, te pierdes, como está sucediendo ahora que no hay rastros de tu presencia.

Camino Mirador de Antaymarca. Rolly Valdivia Chávez

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Dónde andarás, pues. Acaso en el lugar en el que emergen las aguas subterráneas que vienen desde la laguna de Chachas. Dicen que son como 15 kilómetros y que durante ese recorrido, la Madre Tierra purifica el torrente que alimenta tu ‘manantial’ u ‘oasis’. Esa es una de las razones por las que estás aquí. No es la única. Hay otras, como la ausencia de humanos que depreden y contaminen este pequeño paraíso… aunque eso está cambiando.

No sales. Hay que tener suerte y paciencia, nos advirtieron en Arequipa, cuando estar esperándote era tan solo una posibilidad lejana. Primero había que recorrer la Ciudad Blanca -sus canteras de sillar, sus calles reveladoras del pasado, sus opíparas picanterías-; y el valle de Majes -con sus huellas de dinosaurios y sus petroglifos milenarios, con sus bodegas pisqueras y sus enormes camarones, esos que tú también saboreas-.

Aguikucho en el Mirador de Tipancillo. Foto: Rolly Valdivia

Después partiríamos al Valle de los Volcanes, siguiendo esa ruta turística que une el mar y el fuego, cuando el punto de partida es Camaná, una de las tres provincias costeras de Arequipa. En ese destino que bulle y se anima en el verano, desembocan las aguas de un río que nace en las alturas de Caylloma. Allá lo llaman Colca. Un nombre que varía a Majes y Camaná en su kilométrica y sinuosa búsqueda del Pacífico. 

Antes, afirman quienes estudian a tu especie, era posible encontrar ejemplares de huallaques -así es como te conocen- en todo el río Majes; pero eso es parte del pasado, de los recuerdos cargados de añoranza. Hoy solo estás en Andamayo (en la cabecera del valle) y, bueno, aquí, en Mamacocha, la laguna madre en español, a pesar de que todavía no apareces, a pesar de que se nos acaba el tiempo y la paciencia…

En camino por la laguna Mamacocha. Foto: Rolly Valdivia

También la buena suerte. Y es que el sol se enfurece, anunciando un retorno fatigante y tortuoso. Es momento de volver a Ayo, pero no queremos regresar sin verte; entonces, decidimos caminar por las orillas de enrevesada vegetación, cruzar el puente por el que pasan las aguas que se unirán al Colca y, luego, sentarnos entre los árboles para conversar con Abraham Cáceres. 

Historiador de profesión, Abraham se unió a nuestros rumbos en Andagua, donde dirige la oficina municipal de turismo y, en ocasiones, funge de jurado en la elección de las reinas del colegio…, pero no te preocupes, socio de ruta, esa anécdota no la vamos a contar. Queda entre nosotros y Américo, el representante de la Gerencia de Comercio Exterior y Turismo de Arequipa, que nos condujo y acompañó desde las faldas del Misti a la cumbre de uno de los volcanes Mellizos.

De miradores y volcanes

Volcanes Mellizos, Valle de Los Volcanes. Foto: Rolly Valdivia Chávez
Laguna Chachas. Foto: Ricardo Ramos

Así que tranquilo, Abraham, no contaremos la equivocación de aquella noche. La gente podría ponerse saltona, como nos pusimos nosotros en el mirador de Tipancillo (distrito de Tipan, Castilla), cuando vimos a aquel agilucho en lo alto de un cactus. Al frente estaba el Coropuna… y soñamos y creímos que el Apu con su manto de nieve rasgada por el calentamiento global, nos daba la bienvenida.

Nos iría bien. Lo sentimos, lo creímos, nos convencimos cuando esa carretera delgada y retorcida como un plato de tallarines, nos regaló una panorámica perfecta del Valle de los Volcanes. En ese instante, creímos que éramos el historiador Robert Shippee y el aviador George Johnson, los estadounidenses que en la década del 30 del siglo pasado, sobrevolaron un rincón casi desconocido del Perú.

Apacheta en el Mirador Antaymarca. Foto: Rolly Valdivia Chávez

“…Tan lejos como alcanzaba mi vista, veía volcanes y más volcanes”, recuerda la frase de Shippee en uno de sus textos, el periodista Rafo León. Una historia del pasado que queremos rescatar. Y es que Shippee, en 1934, publicaría su hallazgo en la revista National Geographic. Los años pasaron y esa visión de volcanes y más volcanes pequeños, diminutos, extintos, sigue impresionando a los viajeros.

A ti te pasa lo mismo, Abraham. Por eso estás en un valle que no es el tuyo, acompañando, guiando, explorando los senderitos que conducen a algunos de los 32 conos volcánicos monogenéticos y 67 cúpulas identificadas en este pedacito de la provincia de Castilla, donde los antiguos -acaso los waris o una cultura local- dejaron evidencia de su presencia a través de andenes y recintos de piedra.

Panorámica valle de los volcanes. Foto: Rolly Valdivia
Cactus. Mirador de Antaymarca. Foto: Rolly Valdivia Chávez

Y contigo fuimos hacia los Mellizos (conocidos como Shippee y Jhonson) y a la cumbre del mirador de Antaymarca, con sus vestigios arqueológicos y sus estampas volcánicas. Y, claro, nos llevaste a Mamacocha, “donde no existe evidencia que sea una laguna antigua”, como nos explicara en una conversación en el Centro Histórico de Arequipa, Ulrich Zanabria Alarcón, biólogo de la Universidad Nacional de San Agustín.

Ulrich ha buceado en la laguna. La conoce desde adentro y por eso le inquieta el daño que podría causar el desarrollo de un turismo mal planificado. “La gente que acampa quema los sauces y deja basura”, sentencia con preocupación. Hay otros puntos grises que fue descubriendo durante su participación profesional en el estudio científico realizado por el Museo de Historia Nacional de la UNSA. 

Y habla de anzuelos y nylon enredados en la vegetación –“se los traga un animal y muere”-, de escolares que le tiran pan y arroz a los peces –“los granos se agigantan y son nocivos porque no se degradan”- “de visitantes que se bañan en la laguna estando sudados o sucios –“eso tendría que estar prohibido en un lugar como este”- y de que el turismo es bienvenido, siempre y cuando los servicios se centralicen en la zona urbana de Ayo –“en caso contrario el impacto sería muy fuerte”-.

Cactaceas caracterizan esta porción de Arequipa. Foto: Rolly Valdivia Chávez
En camino. Andagua, Vallle de los Volcanes. Foto: Ricardo Ramos

¿Es por eso que no sales? Le temes a los hombres, esos hombres que, de una u otra manera, te han acorralado. Tienes razón. Tal vez lo mejor es que nadie más te vea, para que tu laguna no sea invadida por quioscos, restaurantes y hospedajes rústicos. Sí, nutria, solo déjate ver cuando nosotros entendamos que es indispensable protegerte, cuidarte y no invadirte. Bueno, nos vamos con la promesa de transmitir ese mensaje. Quizás, así, a la próxima, podemos verte. Te seguimos esperando.

En Rumbo

La ruta: el equipo de Rumbos partió desde Aplao hacia el Valle de los Volcanes. En el camino se detuvo en Tipán, para subir al mirador de Tipancillo. 

Distancias: de Aplao a Andagua: 144 kilómetros / de Andagua a Ayo: 36 km / de Ayo a Mamacocha: una hora de caminata.

Alturas: Andagua (3587 m.s.n.m.) / Ayo 1956 m.s.n.m.

Biodiversidad: los resultados preliminares del estudio realizado por la UNSA, registran en Mamacocha y Carihua. 79 especies de flora terrestre, 27 de aves, 19 de mamíferos, dos de reptiles y dos de anfibios.

Profundidad: 27 metros tiene la laguna de Mamacocha. Su suelo es de material volcánico.

Tragedia: el año pasado se encontró muerta a una pequeña nutria. Ulrich Zanabria señala que el estrés causó este suceso lamentable. “Murió porque la gente la asustó, le tiró piedras”.

Protección: Zanabria considera que debe crearse un área de protección que abarque desde Andamayo hasta Canco, más el río y la laguna Mamacocha. La laguna es parte de un todo, sería un error proteger solo este lugar.

Van y vienen: las nutrias no se quedan permanentemente en Mamacocha. Están un tiempo y pueden hacer crías ahí, pero luego se desplazan.

Población: Zanabria calcula que desde la zona de Tingo hasta Mamacocha deben existir entre 4 a 6 nutrias. Estas serían de la especie lontra felina.

Singular: en todo el mundo solo hay dos lugares donde las nutrias del Pacífico se han adentrado en los ríos: Majes y Ocoña, ambos en Arequipa.

Dónde dormir: En Andagua hotel El Trébol, calle 5 de agosto 106, a una cuadra de la plaza. 

Pileta Andagua, en la Ruta entre el Mar y el Fuego. Foto: Rolly Valdivia Chávez

*Rumbos del Perú, agradece el apoyo brindado por la Gerencia Regional de Comercio Exterior y Turismo de Arequipa, para la realización de esta crónica.

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