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Los desastres no son naturales ¿Furia de la naturaleza o negligencia recurrente?

Falta de previsión y ordenamiento territorial es el resultado que dejaron los eventos naturales que azotaron a nuestro país. Foto: Andina

Rosa Karina Pinasco Vela /  Amazónicos por la Amazonía – AMPA

Nuestro país, desde el mes de diciembre del año pasado (2016), viene afrontando los estragos que causan las lluvias intensas, huaicos, y desborde de ríos, pero principalmente los resultados de nuestra falta de planificación y sentido común en la toma de decisiones sobre dónde deben de estar asentadas las poblaciones, así como la construcción de infraestructura que sea lo suficientemente fuerte para resistir eventos climáticos extremos, no para 10 ni 20 años, sino a largo plazo. El saldo hasta el momento es de 99,475 damnificados; 75 personas fallecidas, 200 desaparecidas y 134,125 viviendas afectadas, esto según el último reporte del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN), que además anuncia de que continuarán las lluvias hasta abril.

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He visto, leído y escuchado de todo, interpretaciones y justificaciones de las más absurdas sobre el desastre, como: la furia de la naturaleza o el castigo de Dios por el debate de la ideología de género, pasando por la llegada del apocalipsis y el fin de los tiempos, como si Dios castigara.  Nos castigamos nosotros mismos; pero el peor de todos es que los desastres son naturales, este último mensaje, es el más frecuente, lo he escuchado en artistas, chefs, académicos, comunicadores, entre otros líderes de opinión, y es el más peligroso ya que no solo llama a creer que no podemos hacer nada, sino que pone en el inconsciente colectivo la idea de que la naturaleza es mala, y ésta puede someternos si antes no la sometemos, nos enemista con nuestra casa común, genera una ruptura con lo que nuestros antepasados conocían bien y aprendieron a convivir en armonía; porque el miedo nos aleja de lo que somos, parte de un todo, parte de este diverso e increíble territorio, uno de los más vulnerables del planeta (tercero), el país en el que vivimos.

El 03 de febrero, cuando recién empezaban los deslizamientos y huaicos de intensidad, compartí este dibujo simple (no es mío, lo encontré en la web y no encontré al autor), pero que grafica a la perfección  las terribles consecuencias de no respetar las leyes de la naturaleza, como el de querer rellenar los cauces de los ríos, cortar los árboles y construir en zonas de riesgo, cuando las lluvias tarde o temprano reclaman sus lechos, pues lo que suceden son las desgracias que ahora tanto nos conmueven y nos solidarizan con el hermano.

 

 

Pero la pregunta es: ¿la naturaleza está en contra de nosotros?, o ¿no tomamos buenas decisiones, y somos negligentes hasta con el dinero que pagamos por nuestros impuestos y son invertidos en obras de infraestructura descartables?  Luego llamamos pobrecitos a los que fueron timados por traficantes de tierras y se ubican en zonas de inundación o de deslizamiento, o aceptamos autoridades corruptas que autorizan urbanizaciones en riberas de los ríos, zonas de pendientes, y depreciaciones como barrancos, incluso les proporcionan servicios básicos. Hasta cuándo tendremos damnificados, hasta cuándo declaratorias de estado de emergencia que solo son apelativos y no curan realmente la enfermedad. La enfermedad de creer que podemos seguir destruyendo nuestros ecosistemas, nuestros bosques, nuestro planeta, sin consecuencias. Vuelvo a insistir, los desastres no son naturales, son causados por eventos naturales, pero ocurren por exposición del hombre, por negligencia, por ignorancia, por falta de previsión, por nuestra escasa visión de futuro, por políticos elegidos por nosotros que nos enamoran con demagogia pero que no asumen que son funcionarios públicos y que su función es justamente el ARTE y la CIENCIA de conseguir el BIEN COMÚN, no el bien de unos pocos, no el beneficio personal o del grupo que ostenta el poder.

De todo lo leído en estos días, el que mejor explica y pone los puntos sobre las ies, es mi buen amigo, el ecólogo Ernesto Ráez, quien en una entrevista con Noticias SER,  critica duramente la falta de previsión de las autoridades frente a un fenómeno natural que viene ocurriendo cada cierto tiempo «Uno está aburrido de vivir en un país donde algo que es previsible se considera una desgracia; estamos experimentando un “Niño costero”, fenómeno parecido al Niño global; pero que está localizado en las costas de Perú y Ecuador, país vecino que también está sintiendo estas lluvias intensas. Fenómeno que ocurre cada cierta cantidad de tiempo, fácil de predecir. Entonces, que las lluvias produzcan desastres, damnificados, no tiene nada que ver con la naturaleza, sino la capacidad que tenemos como seres humanos para adaptarnos a nuestro clima y a nuestro lugar de vida”.

La realidad en el país vecino de Ecuador es diferente, a pesar de que las lluvias son iguales en cantidad, no hay tantos afectados, ¿por qué? pues porque se prepararon, invirtieron en la infraestructura adecuada, ahí han evitado la pérdida de 131 mil hectáreas que pudieron ocasionarse por las lluvias, incluso vienen canalizado la abundancia de agua para sistemas de riego para los siguientes años, ahorrándose millones de dólares y protegiendo la vida de las personas. Ejemplo cercano del por qué es importante tener claridad y entender de que los DESASTRES NO SON NATURALES, son previsibles y debemos y podemos estar preparados para evitarlos e incluso aprovecharlos.

Ahora por el acelerado cambio climático en el planeta, tanto las sequías como las inundaciones serán mas recurrentes y extremas. Ernesto lo explica de esta manera: “El hecho de que se estén haciendo aparentemente más frecuentes y más intensas en su ocurrencia, pueden estar relacionados con el cambio climático. Recordemos que el tema central del cambio climático es que estamos acumulando mucha más energía en la atmósfera y en el mar, entonces esta energía tiene que liberarse en algún momento y esa liberación es más frecuente y más intensa, mediante lluvias, tormentas, huracanes que son más fuertes… el fenómeno de El Niño se presenta cada 3 a 8 años con toda seguridad, entonces uno no puede estar con ciudades inadaptadas para lo que es nuestro clima normal, qué tiene oscilaciones intensas de sequía y de lluvia extrema”. En conclusión no solo tenemos al Niño, sino otras dinámicas climáticas que nos podrían afectar, es por eso que debemos de estar aún más alertas y prevenidos, nuestra capacidad de adaptación debe de ser veloz, sino queremos pasarnos la vida en lamentaciones.

Nuestra respuesta a estos eventos climáticos es muy lenta e ineficiente, los sistemas de alerta temprana prácticamente no existen, no se incorporan en las escuelas la enseñanza de las potencialidades y limitaciones del territorio, el cual, si queremos administrar de manera sostenible debemos de gestionar los riesgos. Hace años que venimos insistiendo en la ley de ordenamiento territorial, pero no la priorizan por la ¿ignorancia o conveniencia? de creer que frenará las inversiones, nada más errado, el ordenamiento del territorio hará que las inversiones sean seguras. Justamente por no contar con él, es que están poniendo en duda las proyecciones de crecimiento de la economía peruana para este 2017. Consultado por La República, el ex viceministro de Economía, Carlos Casas, explicó que la destrucción generada por los huaicos en el país implicarían la reducción de un punto porcentual en el Producto Bruto Interno (PBI) del 2017. «Planeábamos un 3,5% y ahora hablamos de un crecimiento más cercano al 2%. Simplemente con el hecho de que Piura, Lambayeque, La Libertad, Ica y Arequipa caigan un 5% en su crecimiento, ya pone en riesgo un punto porcentual del PBI nacional«, dijo. «Recordemos que los últimos fenómenos de El Niño tuvieron un impacto que duró cierto tiempo. El que sucedió en 1983 significó que en el 1984 y el 1985 hubiera un estancamiento del PBI; mientras que el de 1998 llevó a que en 1999 y en el 2000 la economía no creciera. Dado eso, uno podría esperar que el efecto sea no solo de un año«, explicó.

Y el hecho real es que en términos económicos lo tienen claro, y ahí están las temporalidades, el Niño del 83, del 98, y ahora 2017; es totalmente previsible el que estos eventos extremos se den cada 15 – 20 años, y que las pérdidas económicas sean cuantiosas, se reduzca el crecimiento y aumente la inflación; con todos éstos datos no hacemos nada para prevenir, las autoridades no cumplen ni siquiera  por evitar una tragedia económica, que es donde más siente el ciudadano. Pero esto se suma a los altos niveles de corrupción cuando se declara en emergencia jurisdicciones, están prácticamente liberados en el gasto del dinero de todos los peruanos. Tener damnificados en este tipo de situaciones es un escenario perfecto para los políticos oportunistas e irresponsables, porque ante estas desgracias son los buenos que atienden sus necesidades, y a éstos les conviene mantenerlos en la ignorancia y canalizar el apoyo en número de votos, en vez de hacer las cosas bien y con visión de futuro. Ordenamiento sobre la base de la Zonificación Ecológica Económica y con enfoque de Gestión de Riesgos como instrumentos vinculantes de planificación y gestión del territorio, es una necesidad impostergable, eso es lo que debemos de exigir AHORA.

Otro tema importante es sacar del imaginario de que el Perú es Lima, las lluvias y los efectos de las mismas se iniciaron en diferentes partes del país en diciembre y recién cuando reventó en Lima (síndrome Tarata en la época dura del terrorismo) es que comienza esa movilización solidaria de los ciudadanos y de las autoridades, más por exigencia que por voluntad; haciéndose visible de que estamos en un terrible problema de centralismo, hasta en los desastres, para que éstos comiencen a ser atendidos. Recién en ese momento de carencia nos damos cuenta de la importancia del agua.  Qué contradicción, porque recordamos cuanto rechazo nos causa el que pobladores de Cajamarca, Huancavelica, Cusco, San Martín, entre otros defendamos el agua de las cabeceras de cuenca, o el que pueblos indígenas den su vida en defensa de sus territorios. El Perú es una diversidad de ecosistemas y riqueza de recursos que debe de ser ordenado, no desde escritorios de la gris Lima, sino desde las propias regiones, haciendo uso del principio de subsidariedad, con participación de toda su ciudadanía organizada, las soluciones deben de salir de adentro, no impuestas de afuera, nuestros modelos de desarrollo deben de responder a nuestras potencialidades y nuestras vulnerabilidades, y eso se construye desde las dinámicas de nuestras propias realidades.

Que estos duros momentos no solo nos sirvan para demostrar que somos buena gente, que ayudamos a nuestros hermanos, sino para reflexionar sobre la importancia de ordenar nuestro territorio, estos eventos climáticos extremos no se aplacarán por nuestras oraciones, sino con el cambio de paradigmas y de consciencia, es clave comprender que no somos el centro del universo, que necesitamos conservar nuestros bosques, nuestra agua, de mirar al Perú más allá de Lima, de cambiar nuestros hábitos de consumo, no podemos seguir contaminando las aguas de los ríos y del mar, y sobretodo debemos re pensar este modelo de desarrollo que está matando, en el afán de acumular riquezas, lo que nos da la vida. Si cuidamos y respetamos a la naturaleza nos cuidamos y respetamos a nosotros mismos.

Sin embargo, en medio de tanta desgracia, puedo visualizar con entusiasmo que algunas cosas están cambiando, el desinterés y apatía de generaciones pasadas, se abre paso al desprendimiento y alegría de tanta gente joven, que se involucran como voluntarios, eso me conmueve de sobre manera, la mayoría de los que están apoyando son menores de 30 años, incluida mi hija, eso me genera esperanza, me ilusiona saber que esta nueva generación, con la información correcta puede y debe generar los cambios que necesitamos para construir un país sostenible y climáticamente resiliente; es nuestra responsabilidad el que comprendan bien de que se trata, no podemos decirles que la naturaleza actúa en contra de nosotros, sino que nosotros somos parte de la naturaleza y estamos llamados a vivir en armonía, porque todo lo que a ella le hacemos, ella nos devuelve y en abundancia, como una madre generosa, si entendemos el mensaje podremos lograr lo más importante y lo que más duele en este momento, el que nuestras VIDAS estén seguras.

Nota: Mi Perú está en crisis, y eso me duele, sin embargo lo anteriormente mencionado aplica perfecto para nuestra amada amazonía, y a los que vivimos en ella. En algunas cosas hemos avanzado en San Martín, por ejemplo, con la Zonificación Ecológica Económica y las Políticas Territoriales Regionales, poniendo como meta la conservación del 50% del territorio ya sea desde el estado nacional, regional, así como por la población organizada, comunidades y privados. Estamos asegurando el resguardo de nuestras cabeceras de cuenca, pero aún es insuficiente, debemos de seguir en la lucha, por evitar que se sigan traficando tierras dentro de ANPs y zonas de protección, seguir implacables en la lucha contra la tala ilegal, la minería ilegal, cambio de uso del suelo para cultivos agroindustriales como la palma aceitera, insistir en el aumento de la productividad para no ampliar la frontera agrícola, el asentamiento de poblaciones en zonas seguras, re pensar la carretera Moyobamba Balsapuerto (¿es realmente necesaria y prioritaria?), la carretera Pataz Shunte, la trágica y pensada aún carretera Salaverry Juanjui, el interconectado Moyobamba Iquitos, la carretera Paita Iquitos, entre otras. Y las ciudades deben de ser planificadas y respetadas, no deben de rellenarse los barrancos y menos construir dentro de ellas, debemos reforestar nuestros cerros y riberas, podemos hacer la diferencia y que todo lo que viene ocurriendo sea más que un susto. El Perú es maravilloso ¿podemos salir de ésta? claro que podemos, incluso mejores.

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