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Cultura

Museo Leymebamba, la morada final de las momias chachapoyas – incas

El museo Leymebamba  en Amazonas es uno de esos recintos donde el tiempo se ha detenido y muestra uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de nuestro pasado prehispánico: la valiosa colección de momias de la Laguna de los Cóndores.  

Nuevamente salimos de las instalaciones de la Casa Hacienda Achamaqui para disfrutra de una nueva aventura. Esta vez tocó el impresionane Museo de Leymebamba.  Caminar por sus instalaciones en el distrito de Leymebamba, en Chachapoyas (Amazonas), puede que le resulte inquietante y asombroso al mismo tiempo. Sobre todo porque ese paseo de ultratumba implica admirar los gestos dramáticos –que van de la sorpresa al miedo– de las más de 200 momias que se recuperaron de la Laguna de los Cóndores, considerado uno de los hallazgos arqueológicos más importantes  de los últimos tiempos y que devela las creencias de la vida después de la muerte que intuían los antiguos chachas. 

El museo de Leymebamba se encuentra a tres horas de la capital de Chachapoyas, exactamente en el valle de Utcubamba. Foto: Internet

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Los restos funerarios hallados en 1997 incluyeron 2 000 objetos encontrados. Todos ellos se reparten en la actualidad en las tres salas arqueológicas del museo; cuyos diseños recrean las tradiciones arquitectónicas de los mausoleos que fueron saqueados allá a finales de los años 90, momento en el que surgió la necesidad de realizar un proyecto de rescate.

Aunque no lo parezca, el material con más de 500 años de antigüedad que hoy se exhibe en el museo del distrito de Leymebamba, ubicado a dos horas de Chachapoyas, es la puerta de ingreso más cercano para ilustrarnos cómo fue el pasado de aquella cultura enigmática de los “hombres de las nubes”. Visitar este recinto aera  bastará para ahorrarse toda esa odisea que uno debe emprender durante doce horas a lomo de mula y a pie.

Cráneos y demas osamentas que pertenencieron a los antiguos chachapoyas se lucen en este museo. Foto: Promperú
Una vasta colección de momias de los chachapoyas, en perfecta conservación, han llegado hasta nosotros y son resguardadas en este museo . Foto: Promperú

Incluso para los arqueólogos más experimentados, dicha tarea de rescatar el patrimonio abandonado y trasladarlo no fue tarea fácil. “Trabajar en ese lugar (Laguna de los Cóndores) fue muy trabajoso y costoso, por lo que tuvimos que trasladar todo el material a Leymebamba”, recalca la arqueóloga y bióloga Sonia Guillén, directora del Centro Mallqui, la cual administra el museo comunitario de propiedad del pueblo.

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Laguna de las momias…

La especialista en momias cuenta también que el museo surgió a partir de una necesidad: preservar el singular hallazgo de momias en medio de la selva que había conmocionado a todo un país. La doctora Guillén recuerda que allá por el 96, varios agricultores empezaron a ‘machetear’ los fardos funerarios en busca de oro. Menos mal que en 1997 se corrió la voz de este descubrimiento, lo cual motivó al Gobierno peruano a autorizar una misión de rescate.

La Laguna de los Cóndores yace al pie de un enorme barranco, en cuyas alturas los chachapoyas construyeron sus tumbas para albergar a los muertos. Foto: Elina Zegarra

Y sí que era toda una misión casi imposible, porque aquel material se hallaba en la oscura y profunda Laguna de los Cóndores, mal llamada Laguna de las Momias. El espejo de agua yace al pie de un enorme escarpado, en cuyas alturas los antiguos chachapoyas construyeron mausoleos para albergar a sus muertos.

“Los cementerios eran marcadores territoriales. Los chachapoyas buscaban que sus muertos sean visibles para los demás pero inaccesibles”, responde Guillén a una de las preguntas que más frecuentes de los turistas tras conocer el museo, creado tres años después del descubrimiento de las momias de la Laguna de los Cóndores.

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Hacia la Laguna de los Cóndores. Una agitado ascenso al encuentro de los mausoleos de los chachapoyas. Foto: Promperú

Lo más sorprendente, sin embargo, de la colección puesta en valor son las momificaciones de los difuntos. Solo basta con echarle un ojo a estos muertos para entender quiénes eran y a qué se dedicaban, o mejor aún, saber qué comían o cómo vivieron.

Pero para entender este proceso, la experta en momias nos dice que hay que diferenciar una momificación natural de una artificial. La diferencia es la siguiente: en una natural el proceso de momificación es espontánea, como es el caso de las momias de Ilo (Moquegua) en el desierto de Atacama, donde los difuntos fueron enterrados y aislados del medio ambiente y, debido a la salinidad del terreno y la aridez, se momificaron.

En cambio, en Leymebamba ocurre lo contrario. Tan pronto falleció el individuo, fue sometido a un proceso que consiste en detener la putrefacción. Los chachapoyas ‘evisceraban’ al muerto por el ano. Por allí retiraban el contenido estomacal y luego el cuerpo fue tratado  para lograr que la piel sea como el cuero, mientras que se colocaban copos de algodónes en los orificios del rostro para preservar los rasgos faciales. Finalmente eran envueltos con textiles que actuaron como aislante.

Los mausoleos se sitúan en los barrancos debido a que marcaban los territorios de los antiguos chachapoyas. Foto: Arturo Bullard

El proceso parece sacado de una película de terror, no lo es. Lo cierto es que la momificación no fue una tradición Chachapoya más bien  fue una introducción propia de los incas que conquistaron ese territorio y reocuparon los mausoleos y sitios funerarios. “El lugar fue usado hasta los primeros años de la conquista española, pero se abandonó a partir de las reducciones indígenas, las enfermedades y los cambios de actividad agrícola hasta 1997. Es decir, estuvo casi intacta por medio siglo.

Cuidadora de momias

Para Sonia Guillén, investigar cómo fue momificado cada difunto es un paso a la recreación el rito que los antiguos ‘hombres de las nubes’ realizaron como parte de su forma de ver a la muerte. Es la reconstrucción de un momento histórico.

Sonia Guillén en la foto junto a otro arqueólogo, investigando los restos de las momias de la Laguna de los Cóndores. En total se encontraron 219. Foto: Museo de Leymebamba

Una de las hipótesis que más se maneja en el museo sobre estas momias, señalan que habrían pertenecido a antiguos administradores de la nueva provincia inca. Ese resultado es producto de un trabajo de 20 años de investigación para lo cual se consideró los materiales encontrados, especialmente los quipus. Pero todavía falta investigar más. Y eso que aún quedan otros 16 mausoleos por estudiar en la parte alta de la Laguna de los Cóndores. La geografía dificulta dicho trabajo.

 En cuanto a la arqueóloga Guillén, nunca imaginó proyectarse en el actual cargo que ella mantiene. Tuvo la expectativa de dedicarse a la investigación, pero tras encontrarse con una realidad diferente a la que ella imaginaba sobre nuestro patrimonio, termino siendo una conservadora de momias. “He terminado cuidando momias, más que investigándolas», dijo.

Y eso se debía a que en el pasado, eran innumerables los arqueólogos y científicos que ensimismados por la fiebre de las momias, las despedazaban para distintos exámenes de estudio. “Desde el 2008 ya no me involucro en excavaciones, porque eso implica retirar materiales que requieren conservación y no disponemos de los recursos para ello”, resaltó la primera mujer científica peruana que integró en 2013 la Academia de Ciencias de los Estados Unidos.

Turismo arqueológico

Parte del material recuperado, entre otros 2 000 objetos, se exhiben en la actualidad en las tres habitaciones arqueológicas del museo de Leymebamba. Foto: Promperú

Por su parte, la ‘cuidadora de momias’ considera que el patrimonio que conserva el Perú, no solamente en Leymebamba, puede favorecer a las comunidades, incluyéndolas dentro de un corredor turístico.  En el caso de las momias encontradas en la Laguna de los Cóndores, su popularidad se alcanzó gracias a la difusión de la región como también al apoyo de otros atractivos cercanos como Kuélap, los sarcófagos de Karajía y la mismísima catarata Gocta.

Hace poco una periodista cuya nacionalidad no recuerdo parafraseo la famosa frase de Raymondi para concluir que “el Perú es un mendigo sentado en un banco de momias”. El mensaje es claro. Si seguimos ignorando los millones de restos momificados que tenemos o nos falta por descubrir, nunca sabremos con exactitud cómo los antiguos peruanos se adaptaron al cambio climático, vencieron algunas epidemias o perdieron ante ellas. Todo eso es oro puro para la ciencia.

Por eso, es vital cuidar nuestro patrimonio, al igual que el lugar donde preservan estos restos arqueológicos. De acuerdo con Emperatriz Alvarado, directora del Museo Leymebambapara la creación de dicho recinto se contó con fondos provenientes de Inglaterra, Austria e Italia. En la actualidad el museo recibe apenas un gentil apoyo del Museo Británico además del aporte de las visitas turísticas.

Ante esa preocupación, la directora del Centro Mallqui busca mediante un proyecto recaudar 100 mil dólares para la renovación del museo, la cual implica mejorar los ambientes para el cuidado de los restos arqueológicos. Desde la redacción de Rumbos apoyamos esta iniciativa que de seguro recibirá el apoyo de alguna entidad privada o pública dispuesta a preservar nuestro patrimonio cultural.

Fibras y hospedajes

Del mundo de los muertos pasamos a las fibras que tejen historias. En el mismo museo también se exhiben  otras piezas de arte como los tejidos que se recuperaron en la Laguna de los Cóndores. Pero no es solo una exhibición de tejidos con 500 mil años de antiguedad. Es todo un contraste. Los textiles arqueológicos de los antiguos chachapoyas se presentan junto a los modernos.

Alvarado asegura que hay más de 2000 objetos en el museo, pero solo un puñado se muestra al público. Así que cada cierta temporada van rotando las piezas. Entre las que se exhiben figuran unkus (túnica andina) y asombrosos quipus.

El Museo acopia tejidos de 500 años de antiguedad. Foto: Centro Mallqui
Sala de textiles recuperados. Foto: Mariela Goyenechea

Muy cerca de allí, como quien sale del museo, se encuentra el hospedaje rural Casa Mallqui.  La  casa del Centro Mallqui  terminó por convertirse en un alojamiento de cinco habitaciones para turistas que buscan una variedad de experiencias en el valle de Utcubamba. La ubicación del albergue se reparte hacia otros corredores adornados por orquídeas y miradores naturales de aves nativas.

La casa mallqui es un alojamiento de cinco habitaciones para turistas que buscan una variedad de experiencias en el valle de Utcubamba. Foto: Casa Mallqui

La visita al museo incluye conocer los talleres de artesanos en madera y tejedoras que siguen manteniendo las antiguas técnicas y diseños de la cultura Chachapoyas. Ese paso, su paso, les permitirá retroceder en el tiempo hasta esa dichosa época en que la vida no era tan estresada como ahora.

Tres cortitas con Sonia Guillén

La galardonada arqueóloga nos regaló parte de su tiempo en Lima antes de regresar a sus actividades con el Centro Mallqui. Entre otros preguntas nos respondió lo siguiente:

– ¿Para qué nos molestamos en investigar a los muertos (momias)? ¿Y por qué guardamos nuestro patrimonio?

SG: Una forma de promocionar nuestro patrimonio es a través del turismo. Nosotros debemos guardar nuestro patrimonio porque es nuestra identidad. Es lo que somos. Debemos mantener una conexión con ese pasado. Y en cuanto a las momias, solamente guardamos lo que nos deslumbra o llaman la atención, pero no comprendemos que si guardamos las momias de aquellos que tuvieron tuberculosis hace mil años, podríamos recuperar información científica sobre la evolución de esta enfermedad. Lo que se ha encontrado es que antiguamente la tuberculosos era una epidemia que afectaba a las poblaciones pero no con la mortandad que causa ahora.

– ¿Es el huaqueo la única amenaza que tiene nuestro patrimonio?

SG: Hay más. La principal amenaza es el desarrollo. Inclusive el que está justificado socialmente. Lo cual implica construir caminos, puentes,  que conllevan destruir una huaca. Y dentro de ese argumento, se ha perdido mucho de nuestro patrimonio. Incluso el turismo le puede quitar el encanto a los pueblos. Pierden su identidad.

– ¿Le ha pasado que en más de una ocasión las poblaciones aledañas no le toman importancia a su propio patrimonio ?

SG: Por supuesto. Yo estoy más contenta en Leymebamba (Amazonas) que con Ilo (Moquegua), porque en Leymebamba hay comunidades comprometidas y en Ilo no. En Ilo, las poblaciones no se sienten tan conectadas con estos procesos antiguos. En cambio en Leymebamba siempre hubo participación de la población. Y eso que en Ilo se han encontrado 400 momias más que en Leymebamba.

– ¿En qué lugar del Perú se encuentran las momias más antiguas y mejor conservadas del país?

SG: Sin duda en Ilo. Allí se encuentra una momia Chinchoro con 6 000 años de antigüedad y que pertenece a la etapa de los pescadores, mientras que las momias mejor conservadas son las Chiribaya, también en Moquegua. 

Misión rescate. Momento en que trasladan las momias al museo de Leymebamba, fundada en el año 2 000. Foto: Museo Leymebamba

En Rumbo

Viaje: Para conocer de cerca a los Chachapoyas hay que salir de Lima hasta la capital de Aamazonas. Por vía terrestre: 23 horas aproximadamente.  En avión: 60 minutos de Lima a Jaén (Cajamarca). Luego tomar colectivo o alquilar una Minivan hasta Chachapoyas. Tiempo: 180 minutos. Desde Chachapoyas al distrito de Leymebamba son dos horas en auto y desde allí el museo está a veinte minutos en auto y a unos cuarenta minutos a pie.

Recomendamos

Alojamiento y tours: en el Hotel Casa Hacienda Achamaqui
Lugar: a 20 Km de la ciudad de Chachapoyas, en el valle de Utcubamba (Amazonas)
Web: www.achamaqui.pe
Teléfonos: Tlf. (+51) 933 189 224
Reservas: reservas@achamaqui.pe 

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